Cambian de plano y una plaza en Turín llena de gente tirada, golpeadas, heridas porque ha perdido su equipo de fútbol favorito.
Bajo el volumen y reviso las redes sociales. Facebook parece un estadio de fútbol. Los que no llegaron a Gales han expresado sus emociones madridistas. Camisetas, banderas, todo tipo de estandarte parecen salir de la pantalla del móvil, al tiempo que los videos transmitidos en vivo dejan muestra de una desmedida algarabía en bares y cantinas.
Ha ganado el fútbol español la Liga de Campeones. El Real Madrid ha vuelto a reafirmar su peldaño y más millones de Euros, y tal parece que los regala a sus seguidores en el mundo.
No hay distinción en la pasión por este deporte: intelectuales, artistas, científicos, políticos, obreros, niños, jóvenes, ancianos, todos siguen a su equipo, sea el que sea. Escudriñan en lo más profundo de cada detalle relacionado con la selección.
La noche de anoche fue grande en Madrid. La noche de anoche terrible en Londres.
¿Y?... Es la vida. Dicen mis seguidores de Facebook que no hay tiempo, y poco podemos hacer por el cambio -no el de la alegría noble del fútbol, digo yo- que estamos prestados en el mundo para vivir amargados las 24 horas de cada día.
Pero todos estamos prestados y si llegamos con vida a la tierra, merecemos una pizca de satisfacción, más allá de la que nos pueda otorgar una liga futbolística.
¡¿Si con el mismo entusiasmo que enarbolamos banderas por atletas y clubes millonarios, que como boomerang se reciclan de nuestros gastos y actitudes, lo hiciéramos por todo?! quizás hoy Palmira no estuviera destruida, Siria luciera como cuna de eruditos, Yemén, Irak y otros tantos pueblos, víctimas del terrorismo y de la guerra, también estuvieran de fiesta y Londres no llorara por sus muertos.
Escrito por Jaime Yoan Batista