Publicada: martes, 23 de julio de 2024 2:38

Tres semanas después de su desastroso desempeño en el debate del 27 de junio, Joe Biden ha decidido no postularse para un segundo mandato como presidente.

Por: Xavier Villar

En una carta dirigida a “Mis compatriotas estadounidenses” el 21 de julio, Biden expresó que, aunque ha sido “el mayor honor de mi vida servir como su presidente”, comprende que “es en el mejor interés de mi partido y del país que me retire”.

En una publicación posterior en X, anteriormente conocido como Twitter, Biden ofreció su “total apoyo y respaldo” a su vicepresidenta, Kamala Harris, como candidata demócrata. “Demócratas, es hora de unirnos y vencer a Trump”, escribió. “Hagámoslo”. También anunció que se dirigirá a la nación para explicar su decisión más adelante en la semana.

Desde el punto de vista político, el principal legado de la presidencia de Biden en el ámbito de la política exterior es Gaza. Más concretamente, su administración será recordada por su apoyo al genocidio israelí en Gaza.

El respaldo del presidente estadounidense a Israel ha sido inquebrantable desde antes de asumir la Casa Blanca. Hace unos meses, Biden declaró abiertamente: “No hace falta ser judío para ser sionista. Yo mismo me considero sionista. Sin Israel, no hay ningún judío en el mundo que esté a salvo”.

Como señalaba el experto en política internacional Bruno Maçaes en un reciente artículo, “la administración Biden ha eludido sistemáticamente cualquier referencia a la ley internacional o a los derechos humanos, prefiriendo destacar a Israel como un ‘socio cercano’. A un socio se le concede mucho, incluso la destrucción deliberada de hospitales y escuelas. Cuando Rusia realizó ataques similares en Ucrania, Blinken y Kirby los condenaron como barbarie. Kirby llegó a calificar los ataques a patios de recreo, escuelas y hospitales como ‘una depravación absoluta’. Sin embargo, esas palabras estaban dirigidas a Rusia, no a Israel. Al ser preguntado sobre qué haría la administración Biden si Israel continuaba cometiendo crímenes de guerra, la respuesta fue sorprendentemente directa: ‘Continuaremos apoyándolo’.”

Biden fue incluso más allá en su apoyo a la actuación colonial sionista: “No vamos a hacer absolutamente nada más que proteger a Israel. Nada en absoluto”, afirmó en un acto para recaudar fondos.

Este respaldo explícito a la campaña genocida en Gaza llevó al presidente a hacer verdaderos malabares dialécticos para justificar su apoyo a Israel. En una comparecencia pública hace unos meses, Biden afirmó que “Israel no debería adentrarse en Rafa”, la ciudad fronteriza con Egipto que albergaba a más de un millón de palestinos. 

Cuando quedó claro que el ejército colonial había invadido Rafah, Biden intentó salvar a Israel respondiendo que los soldados no habían “accedido al centro de la ciudad”. Cabe recordar que, en ese momento, el ejército sionista había bombardeado la ciudad con la misma brutalidad que el resto de Gaza.

Biden y su administración se caracterizaron por otorgar a Israel una absoluta libertad de acción y destrucción en Gaza y en el resto de Palestina. Resulta curioso que la decisión de Biden de no postularse para un segundo mandato llegue apenas dos días después de que la Corte Internacional de Justicia dictara que la ocupación israelí de Palestina constituye un apartheid ilegal, una crítica devastadora a la política estadounidense. En este contexto, es importante recordar que el presidente de Estados Unidos también desestimó la solicitud de Karim Khan, fiscal de la Corte Penal Internacional, para la detención del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y del ministro de asuntos militares Yoav Gallant, bajo cargos de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.

La negativa de Biden a adherirse al derecho internacional ha facilitado la intensificación de la ocupación militar ilegal de Israel. La última opinión consultiva del Tribunal Internacional de Justicia, publicada el viernes, subraya que todos los estados tienen la obligación legal de “no ofrecer ayuda ni asistencia para mantener la situación” creada por la negativa de Israel a los derechos palestinos.

La visión de Biden sobre Palestina se enmarca en una perspectiva clásica orientalista. Esto se ejemplifica en su declaración durante la llamada “Semana de la Memoria del Holocausto”, cuando afirmó que Hamás está “impulsado por un antiguo deseo de eliminar al pueblo judío de la faz de la tierra”. En esta declaración, el presidente estadounidense distorsionó la historia y reforzó el discurso sionista que busca ocultar la realidad de la ocupación colonial israelí de Palestina, presentándola en cambio como una supuesta “antigua enemistad musulmana contra los judíos”.

El problema con este tipo de afirmaciones, como se señala en este artículo, es que resulta imposible justificar cómo Hamás, un grupo de resistencia fundado en Gaza en 1987 en respuesta a la ocupación sionista y al colonialismo de asentamientos, podría ser responsable del supuesto “odio antiguo” hacia los judíos en la región. La única forma de interpretar estas declaraciones es que sirven como un altavoz para el discurso sionista, que intenta presentarse como una víctima inocente.

Biden y su administración han respaldado a Israel a lo largo de todo el genocidio en Gaza, bloqueando cualquier intento de alto el fuego, a pesar de sus declaraciones públicas en contrario. Los Estados Unidos vetaron hasta tres resoluciones distintas sobre alto el fuego en el Consejo de Seguridad de la ONU y rechazaron dos propuestas en la Asamblea General.

Además, el gobierno estadounidense lideró el movimiento para suspender la financiación a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (UNRWA), la principal organización de ayuda en Gaza. Mientras tanto, Israel lanzó una campaña de desprestigio contra la UNRWA, acusando infundadamente a toda la organización de ser un frente para Hamás, con el apoyo de medios de comunicación estadounidenses como el New York Times, sin que la administración estadounidense cuestionara en ningún momento la campaña de desinformación.

Estados Unidos no ha sido un observador neutral en los últimos meses; se ha convertido en un cómplice directo del genocidio en Gaza. El país está activamente involucrado en la carnicería, los bombardeos y los ataques contra civiles indefensos, y lidera el esfuerzo internacional para recortar fondos a la organización de ayuda más vital en Gaza.

A pesar de esta implicación, hasta hace unas pocas semanas, varios medios de comunicación occidentales informaban que Biden “estaba perdiendo la paciencia con Netanyahu”. 

Sin embargo, a pesar de esta supuesta “pérdida de paciencia”, Estados Unidos continuó insistiendo en imponer un cambio de régimen en Gaza, a pesar de la incapacidad de Israel para ganar la guerra o debilitar significativamente a Hamás. Como explicaba la profesora de ciencia política Amal Saad en una entrevista, “Estados Unidos ha intentado lograr políticamente lo que Israel no ha conseguido militarmente”.

En otras palabras, la administración Biden e Israel comparten el mismo proyecto político para Palestina. La única diferencia radica en cómo comunican este proyecto a sus respectivas opiniones públicas.

Biden no ha sido una voz “moderada” en lo que respecta a Palestina. Ha sido un apoyo constante y necesario en cada acción que ha llevado a la destrucción de Gaza y a la muerte de más de 30 000 palestinos. 

Su administración será recordada, como ya se ha apuntado, por su apoyo incondicional al genocidio en Gaza.