Las expresiones de odio por motivos de raza o color de piel siguen creciendo en el mundo, y una de las actividades en la que es más visible es el fútbol. Son penosos los ejemplos en ligas europeas como las de Francia, Italia y el Reino Unido, donde aparecen pese a los llamados de dirigentes y estamentos políticos.
El partido entre el Dijon y el Amiens de la Liga Francesa tuvo que ser interrumpido en el minuto 78 por los gritos racistas que estaba sufriendo desde la grada el jugador visitante Prince Gouano.
En el Reino Unido, en otro episodio similar, un grupo de aficionados del Chelsea realizaron cánticos racistas contra el delantero egipcio del Liverpool, Muhamad Salah, llamándole terrorista. El Liverpool y el Chelsea han emitido sendos comunicados condenando los actos racistas hacia el jugador y consideraron los cánticos de pura intolerancia.
En Italia, el 2 de abril, Moise Kean, un jugador juvenil italiano de origen marfileño, que es la gran revelación de la temporada en la Juventus y en la selección de su país, fue también víctima de cánticos racistas en el estadio de Cerdeña Arena de Cagliari, en el partido que su club jugó ante el combinado local.
Tras estos incidentes, el presidente de la Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol (UEFA, por sus siglas en inglés), el esloveno Aleksander Ceferin, dijo que se siente avergonzado por el racismo en el fútbol.
Para detener la violencia intolerante en el fútbol se creó en 1999 el movimiento Fútbol en Contra del Racismo en Europa (FARE, por sus siglas en inglés), que busca la equidad en el deporte y luchar contra cualquier manifestación contraria al espíritu deportivo. Además, según el reglamento actual, los árbitros pueden detener, suspender o abandonar un partido si el comportamiento racista es de una gran amplitud y una gran intensidad.
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