En una encuesta realizada en diciembre por JL Partners, cuando se pidió a 1006 votantes registrados que clasificaran a los últimos nueve presidentes en orden, del mejor al peor, Biden quedó en el último lugar de la tabla.
Biden tiene calificaciones más bajas, incluso que Richard Nixon y Jimmy Carter.
Un 44 por ciento lo colocó entre los dos peores, mientras que sólo un 14 por ciento lo colocó entre los dos primeros, lo que le dio una puntuación neta de -30.
Eso fue peor que Nixon, que salió con -25, y Donald Trump, con -15.
James Johnson, cofundador de JL Partners, que realizó la encuesta, lo calificó de un resultado “diabólico” para Biden, aseverando que estas cifras son peores de lo que esperaba.
“Los votantes obviamente han analizado su edad, su conducta general en el cargo, su fallida retirada de Afganistán, la situación en la frontera sur, y han decidido que, en su opinión, eso lo califica para ser el peor presidente de la historia moderna”, según Johnson.
A nadie le sorprende que el presidente Biden no sea muy popular entre el público estadounidense. Su índice de aprobación más reciente, según Gallup, es de apenas el 38 %. Incluso llegó a ser del 36 %, tras su desastrosa actuación en el debate contra Donald Trump en julio.
El presidente Biden tuvo que enfrentarse a constantes interrogantes sobre su agudeza mental, cuya aparente falta quedó de manifiesto en el debate mencionado.
Atrajo aún más ira la semana pasada cuando otorgó un amplio indulto a su infame hijo Hunter, condenado por delitos relacionados con armas e impuestos, revirtiendo su promesa de que no haría tal cosa. Muchos insisten en que el indulto se trata de un intento de encubrir presuntos delitos financieros en Ucrania.
Muchos dicen que Biden tomó malas decisiones en las crisis relacionadas con la inflación, la inmigración ilegal, el enjuiciamiento de su oponente político, la censura y, especialmente, Afganistán, Ucrania, Gaza, Líbano y ahora, Siria.
Los votantes expresaron su clara desaprobación en las urnas el mes pasado, en las que el rival Partido Republicano, con la candidatura de Donald Trump, ganó la presidencia, una mayoría en ambas cámaras del Congreso y la mayoría de las gobernaciones y legislaturas estatales.
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