Publicada: domingo, 29 de marzo de 2020 13:13
Actualizada: sábado, 4 de abril de 2020 13:48

Las mal llamadas “sanciones” de Estados Unidos contra otros países no son otra cosa que medidas coercitivas, agresiones y actos terroristas y de agresión.

La mayoría de las personas pasamos por la vida sin saber quiénes somos, ni para qué existimos, más allá de alguna breve reseña del desbaratado árbol genealógico armado con alguna tradición oral, alguna conveniencia y algunas máculas silenciadas.

Y otros, desde la estupidez ilustrada o ignorancia aprendida, desde su alteridad pretenden saber quiénes somos, haciendo desde sus fantasías o irrealidades acerca de nosotros, un Frankenstein, con retazos y piezas de cuanto experimento, falacia y ocurrencia se les venga a la cabeza, la mayoría de las veces, apoyados en las consejas y fetiches religiosos que dan por ciertas y con rigor científico a sus falsas creencias.

Así hemos sido, vistos y preconcebidos desde la alteridad, nosotros los venezolanos y latinoamericanos; desde allá, con un realismo de mentiras o realismo mágico; y desde acá, con nuestro realismo inusitado.

Pero, quien mejor da cuenta de nosotros los venezolanos, los colombianos y los hijos de la Gran Colombia, es el Libertador Simón Bolívar, quien en su Discurso pronunciado ante el Congreso de Angostura, el 15 de febrero de 1819, día de su instalación, entre otras sentencias y su visión de lo que somos y deberíamos ser como gran país y como nación, nos describe palmariamente, gracias a que no le hicimos caso alguno a su disección de nuestra sociedad, a su diagnóstico de nuestras patologías y a sus recomendaciones para alcanzar nuestra libertad plena, la del espíritu. Cito, entonces, con pena propia y pena ajena, para efectos de argumentación del título de este escrito, el siguiente  fragmento:

Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros, las lecciones que hemos recibido y los ejemplos que hemos estudiado, son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia. (Negrillas nuestras)

Desgraciadamente, estas afirmaciones de nuestro Libertador siguen haciéndonos esclavos a los venezolanos de nuestras propias ilusiones, porque nos engañan y nos autoengañamos gracias a nuestra ignorancia, esa que hemos aprendido como dogma de fe y esa que recreamos reproduciendo aún más ignorancia, cuando abrimos la boca sin pensar, cuando actuamos sin pensar y hasta cuando sentimos sin pensar. Seguimos, tercamente, siendo sensibleros impensantes, para fortuna de verdugos como el Gigante de siete leguas, entre otros.

Así, víctimas de la ignorancia hemos llegado a esta encrucijada, amenazados,  agredidos o ultrajados por el gobierno del imperio estadounidense. Tanto el endorracista genocida  y paradójico Nobel de la Paz, Barack Hussein Obama, como el pornopuritano, retroconservador y miembro  del Ku-kux-klan, Donald Trump, como ninguno de los anteriores genocidas imperiales, se han dedicado con el celestinaje de la mayoría de los estadounidense, a hostilizar la vida de los venezolanos, con bloqueos económicos, retaliaciones de todo tipo, confiscaciones ilegales, ataques cibernéticos (como el apagón nacional del 2019), robo de dinero de todos los venezolanos, persecución de funcionarios del gobierno venezolano, amparo de corruptos que se han fugado y hoy viven protegidos en EEUU, piratería aérea y marítima contra naves y aeronaves venezolanas, cerco físico y geográfico con apoyo de los aliados y colonias estadounidenses y todo tipo de hostilidades, por una fundamental razón: la económica, en el afán de robarnos y hacer suyos todos los recursos energéticos, minerales y materiales de la República Bolivariana de Venezuela.

A todas esas agresiones del gobierno imperial de Estados Unidos (USA o EEUU) y de sus lacayos imperiales, desde la Unión Europea (UE), hasta sus países-colonias, como Colombia, Ecuador y Brasil, tienen el descaro, ellos, los artífices de tales agresiones, de llamarlas eufemísticamente “sanciones”, que no son tales, sino medidas coercitivas, agresiones, boicots, bloqueos ilegales e inhumanos y robo de todo tipo contra Venezuela, al igual que acostumbran practicárselo a cuanta nación o país que se niegue a ser su súbdito y a rendir  tributo al imperio estadounidense, a cambio de una supervivencia de miseria y hambre de estos pueblos.

Y lo peor de estas agresiones es que los agredidos, nosotros los venezolanos incurramos en el nefasto error de llamar “sanciones” a hechos que no son tales, por cuanto:

  1. Una sanción sólo es una facultad de quien ejerce una autoridad y tutelaje sobre el sancionado y Venezuela nunca ha sido, ni está subordinada a ninguna autoridad del imperio de USA o EEUU, ni los venezolanos estamos subordinados a ningún tipo de tutelaje o superioridad del imperio de EEUU, ni de ninguno de sus ciudadanos sobre los nuestros;
  2. Al llamar nosotros “sanción” a hechos que no son tales, ni revisten tal facultad, entonces, tácitamente, por ignorancia aprendida o por la estupidez ilustrada de cualquier funcionario nuestro o que nos represente, está reconociendo una autoridad que no tiene ningún imperio, ni persona ajena a los venezolanos, lo que compromete peligrosamente a los venezolanos al actuar dentro de su ignorancia y lo que significa que si el imperio estadounidense se cree su propio cuento de “sanción” en su etnocentrismo rapaz, es su problema que, más temprano que tarde, se dirimirá en un  baño de sangre, entre unos genocidas y ladrones invasores y unos descamisados venezolanos dispuestos a hacer que sus soldados sepan cómo van a entrar, pero no sepan cómo van a salir del suelo venezolano.

Ahora bien, en las últimas dos semanas desde el momento de este escrito del año 2020, los venezolanos hemos estado en una cuarentena preventiva contra una pandemia que ha azotado a todo el mundo, como lo es el Coronavirus llamado COVID-19.

Aquí, en Venezuela, bajo la orientación del actual y único presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, hemos asumido todas las medidas pertinentes para romper la cadena de contagio y atender a los posibles portadores sintomáticos y asintomáticos, en medio de un brutal robo y bloqueo por parte parte del imperio estadounidense y de la Unión Europea, con los más escasos recursos jamás antes imaginados en Venezuela.

Para el mes de marzo del año 2020, según lo había anticipado a los medios, Donald Trump, enemigo jurado de Venezuela, apurado y decidido a robarse el petróleo, el coltán, oro, hierro y el resto de recursos energéticos y minerales venezolanos, para exhibirlos como trofeos de guerra, había orquestado un plan extremo de exterminio selectivo y magnicidio de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello Rondón (presidente de la Asamblea Nacional Constituyente), de altos funcionarios del gobierno y los ministros, plan macabro en el que estaban comprometidos el presidente de Colombia, Iván Duque, el presidente del Brasil, Jair Bolsonaro, el ladronzuelo venezolano proclamado virrey imperial, Juan Guaidó y otros comprometidos con el negocio de las drogas entre EEUU y Colombia, de origen estadounidense, colombiano y venezolano.

Este plan de liquidación física y muerte de Nicolás Maduro y de altos funcionarios fue develado y conjurado, con el fracaso por todos conocidos.  Inmediatamente desmontado el plan magnicida, el gobierno que preside Donald Trump hace acusaciones infundadas y ofrece recompensas millonarias por la captura, tanto del Presidente Nicolás Maduro, como de los altos funcionarios venezolanos.

Lo anterior expuesto indica que controlada esta pandemia de COVID-19, tanto en suelo venezolano, como en el resto del planeta, no habrá cambios profundos en la geopolítica mundial, porque de lo que se trata es de una contradicción por el control y hegemonía mundial entre países interimperialistas y las adhesiones o apropiación de los semicoloniales.

A propósito de Coronavirus COVID-19, además de contagio, muerte, diezmo poblacional, cerco y sanación relativa a nivel mundial, se ha paralizado la vida cotidiana y doméstica, junto con el dumping petrolero que logró imponer el imperio estadounidense con sus gobiernos-títeres como el del Reino de Arabia Saudita en el seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), para abastecerse de petróleo vendido por debajo del costo de producción, el descanso o vacaciones obligadas de las principales bolsas de valores de Hong Kong y de New York, porque el objetivo, en definitiva, es desacelerar y entorpecer el crecimiento económico de China y Rusia, mientras boicotean sus relaciones con el resto de países del nuevo mundo multicéntrico y pluripolar, en donde muchos de éstos, aún dudan de la multipolaridad y temen al hegemón imperial estadounidense, el que pretende –en medio de la pandemia mundial- hacer escarmentar y destrozar a Siria, Irán, Corea del Norte, Palestina, Nicaragua, Cuba y Venezuela, a cuenta de sus mal llamadas “sanciones”, que no son otra cosa que actos terroristas y de agresión.

Por ello, antes de que merme la pandemia mundial del COVID-19, para el gobierno que preside Donald Trump es más importante liquidar físicamente a Nicolás Maduro Moros y a los principales líderes del chavismo en Venezuela y apoderarse de esta nación, que dedicarse a salvar la vida de sus ancianos y ciudadanos en general de sueño estadounidense, porque entre otras cosas, quien crea el virus, al mismo tiempo tienen el antídoto.

Por esto también, todo seguirá igual en la puja interimperial, seguirán las mismas relaciones sociales de producción capitalistas y se harán más usuales las formas de guerras cibernéticas y bacteriológicas. A nosotros, los venezolanos, nos corresponde declararnos en alerta ante la guerra declarada y abierta del imperio estadounidense, lo que nos obliga a considerar a cualquier ciudadano estadounidense en suelo venezolano, como enemigo nuestro y sospechoso de cualquier tipo de ataque, al igual que a  cualquiera de sus aliados lacayos y traidores a la Patria que aún piden las mal llamadas “sanciones” contra Venezuela. A partir de ahora, vendrán aún más formas inusitadas de ataques contra los venezolanos. Y también, habremos de responder con mayor proporción e ingenio al imperio estadounidense, superando la ignorancia y la superstición. Los gringos son más fáciles de derrotar de lo que muchos suponen. No dejemos que la ignorancia y la sumisión nos hagan perder el juicio. Viviremos y venceremos.

Escrito por el Dr. Luis Pino

@l2pino2