Publicada: viernes, 7 de noviembre de 2025 5:13

El 4 de noviembre de 2025, el candidato demócrata a la alcaldía de Nueva York, Zohran Mamdani, emergió victorioso tras una temporada electoral altamente polémica pero competitiva.

Por: Shabbir Rizvi *

El 4 de noviembre de 2025, el candidato demócrata a la alcaldía de Nueva York, Zohran Mamdani, emergió victorioso tras una temporada electoral altamente polémica pero competitiva.

Mamdani aporta una combinación poco común de identidades a la oficina del alcalde: un inmigrante musulmán de ascendencia india, con una actitud rebelde e ingeniosa que refleja sus jóvenes 34 años. Su padre es un profesor indo-ugandés-estadounidense en la Universidad de Columbia, y su madre, una reconocida productora de cine india.

Existen múltiples “primeros” asociados a su figura como alcalde de Nueva York; y en el marco de la política identitaria característica del liberalismo estadounidense, Mamdani cumple con todos los requisitos simbólicos.

Primero sorprendió al mundo político al derrotar al candidato del “establishment” y de raigambre dinástica, Andrew Cuomo, el desprestigiado exgobernador de Nueva York, durante las primarias demócratas de junio.

Luego, el 4 de noviembre, repitió la hazaña al aplastar el intento de regreso de Cuomo como independiente, al tiempo que derrotaba al republicano Curtis Sliwa en las elecciones generales.

Mamdani ganó por casi nueve puntos de ventaja sobre Cuomo, mientras que Sliwa obtuvo menos del 10 % de los votos totales, garantizando que Cuomo, finalmente, aceptara un “no” por respuesta.

Conectando y desconectando

El triunfo de Mamdani fue impulsado por el voto juvenil, un electorado que carga con el peso de una sociedad estadounidense en decadencia.

Según encuestas a boca de urna de CNN, los grupos etarios de 18 a 29 años y de 30 a 44 años apoyaron abrumadoramente a Mamdani —una prueba de décadas de políticas neoliberales que han dejado a millennials y votantes de la “Generación Z” prácticamente sin estabilidad económica—.

Este sector carece casi por completo de ahorros, no posee propiedades y enfrenta amenazas de desempleo debido al auge de la inteligencia artificial, todo ello acompañado por deudas crecientes de la educación superior.

Su campaña abogó por un congelamiento de los alquileres y por una educación, transporte y alimentos asequibles: demandas populares en una ciudad con costos desbocados, donde los inquilinos son exprimidos año tras año.

Asimismo, Mamdani ganó amplio apoyo por su solidaridad con Palestina y su oposición al genocidio, un tema inusual en elecciones estadounidenses, pero que cobró relevancia ante la barbarie del régimen sionista en Gaza y la negativa de los políticos del “establishment” a condenarla. Esto le permitió consolidar un electorado inexplorado: el de los simpatizantes de la causa palestina desencantados con los candidatos abiertamente prosionistas.

No obstante, su solidaridad con Palestina se diluyó progresivamente y en ocasiones dio pasos significativos hacia atrás.

Aunque Mamdani prometió arrestar al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu si pisaba Nueva York, ha participado en manifestaciones propalestinas y ha equiparado la brutalidad de las fuerzas sionistas con la del Departamento de Policía de Nueva York (NYPD, por sus siglas en inglés), entrenado por dichas fuerzas, también ha sido percibido como un normalizador que respalda el supuesto “derecho a existir” de Israel y ha condenado en el pasado a la Resistencia palestina.

Incluso llegó a condenar la operación Tormenta de Al-Aqsa del 7 de octubre de 2023 —la misma que, irónicamente, consolidó la base electoral progresista que le dio el triunfo—.

Además, suavizó posturas anteriores al comprometerse a trabajar con la comisionada del NYPD, Jessica Tisch, una ferviente sionista responsable de la represión violenta contra los campamentos estudiantiles propalestinos en la Universidad de Columbia.

Estas rectificaciones no son casuales: canalizar la frustración de votantes marginados hacia el mismo partido que inició el genocidio en Gaza es una forma de normalizar, una vez más, el sistema de explotación que llevó a los votantes a la desesperanza actual.

Concesiones, contención y capitalismo

En enero de 2026, Mamdani tomará posesión de la Alcaldía. En la cultura electoral estadounidense, las promesas abundan, pero su cumplimiento es otro asunto: sea por falta de voluntad política o por la imposibilidad de cohesionar las fuerzas necesarias para legislar.

Las elecciones, por tanto, pueden servir como válvulas de escape del descontento revolucionario, canalizando energía social hacia un candidato que, una vez en el poder, no materializa cambios sustanciales.

Dadas las limitaciones estructurales del sistema electoral y la naturaleza conciliadora del propio Mamdani, cabe preguntarse:

¿Su victoria representa realmente un triunfo popular, o es más bien un eco del caso de Alexandria Ocasio-Cortez en 2018 —promesas progresistas que terminaron alineándose con la agenda imperialista?

La respuesta exige contextualizar su victoria en el terreno político donde fue obtenida.

El ámbito político estadounidense es, esencialmente, un espacio de demandas amortiguadas, concesiones vendidas y descontento administrado.

 

Las condiciones son sombrías para la clase trabajadora, especialmente en Nueva York: una ciudad que separa con brutal claridad a los trabajadores de las calles atestadas de los multimillonarios en sus áticos.

Como señaló el propio Mamdani, las rentas son impagables, los precios de los alimentos se disparan y el transporte público se deteriora. No son opiniones: son realidades observables.

Sin embargo, sus soluciones —que miles abrazan— son reformistas: no enfrentan las causas estructurales del colapso social.

Gravar a una élite que se enriquece día tras día puede permitir que los neoyorquinos permanezcan un día más en sus hogares, coman y viajen en metro, pero tales políticas pueden ser revocadas fácilmente por el próximo alcalde.

Esto no implica desalentarlas, sino reconocer que los parches no reparan el sistema. La clase dominante puede ofrecer tales concesiones con gusto, mientras sirvan para mantener a las masas apaciguadas e indiferentes ante sus crímenes.

¿Votar por Mamdani: acierto o error?

¿Significa esto que fue un error votar por Mamdani? En absoluto. La gente tiene hambre y teme perder su vivienda. Pero eso no exime a nadie de comprender la estructura del sistema que les impuso esas condiciones.

Su victoria no es tanto el triunfo de las demandas populares como la contención de las contradicciones internas de la sociedad estadounidense.

El capital no necesita masas descontentas que se desliguen del sistema político que perpetúa su dominio. La alternativa real sería una organización revolucionaria que desafíe las estructuras del capital y del imperio.

La derrota de Cuomo demuestra que la gente anhela un cambio. Pero ese cambio será gestionado, no liberado: apenas el ajuste suficiente para mantener la fe en el sistema.

Si los estadounidenses depositan demasiada esperanza en soluciones electorales, aplazando la construcción de poder autónomo, el filo revolucionario se embotará y las concesiones serán retiradas.

El manejo de las demandas populares por parte del Partido Demócrata no sólo legitima el proceso electoral, sino también al propio partido, que —junto con los republicanos— garantiza la continuidad del capitalismo estadounidense.

Mamdani puede ser un “outsider” dentro de su partido, incluso un inadaptado político, pero su existencia refleja un cambio en el terreno: la vieja guardia ya no puede gestionar las crecientes contradicciones derivadas del declive de la hegemonía estadounidense.

Aun así, el ciclo de canalizar energía revolucionaria hacia la política institucional permanece intacto.

Que un candidato progresista administre ahora la capital financiera del mundo no altera el hecho de que sigue siendo la capital financiera del mundo. El sistema permanece, aunque cambie de rostro.

Mamdani y las trampas de la política demócrata

Incluso para un “disidente” como Mamdani, hay límites que no pueden cruzarse. Aquí es donde la línea del Partido Demócrata se impone.

Mientras Venezuela enfrenta una posible agresión al estilo de Irak y Cuba sigue asfixiada por el imperialismo estadounidense, Mamdani no dudó en alinearse con el discurso imperialista, calificando los proyectos socialistas como “dictaduras”, contribuyendo así a fabricar el consenso necesario para nuevas agresiones.

Y aunque el régimen sionista enfrenta un desprestigio sin precedentes en EE.UU., Mamdani reafirmó su creencia en el “derecho a existir” de Israel —un retroceso ideológico frente a los avances de la causa palestina en los últimos años—.

Cabe recordar que ahora tiene bajo su mando al NYPD, una fuerza con entrenamiento e influencia directa del aparato de ocupación israelí, considerada por el exalcalde Bloomberg como “un ejército”.

Mamdani ya se retractó de sus llamados a reducir el presupuesto policial de 2020, en plena rebelión tras el asesinato de George Floyd, adaptándose al terreno político para asegurar votos y respaldos.

Condena los síntomas del orden imperialista del que forma parte, pero no puede atacar su raíz, porque ningún político dentro de la maquinaria estadounidense puede hacerlo. Y ¿por qué habría de hacerlo? Mamdani sirve intereses estadounidenses.

La conciencia de masas actual no alcanza aún a comprender plenamente los mecanismos de explotación.

Mamdani critica los excesos del capitalismo, lo cual es positivo, pero el camino electoral no resolverá las causas estructurales.

Su victoria es síntoma de una época: para preservar la estructura imperialista, se concederán reformas.

La fe en el sistema explotador debe mantenerse viva para que la élite pueda seguir explotando.

Las masas deben creer en el sistema para participar en él; una verdadera lucha revolucionaria generaría una crisis estructural del capitalismo, que podría dar paso al resurgimiento del fascismo como reflejo defensivo del capital en peligro.

Solo una lucha revolucionaria consciente puede garantizar vivienda, alimento, salud y dignidad.

Al igual que las protestas de “No Kings” de octubre, la elección de Mamdani es una victoria para los demócratas progresistas y una reacción frente a las contradicciones crecientes que amenazan la continuidad de la explotación.

El sistema se adapta, sí, pero preserva intactas sus funciones fundamentales de opresión y dominio, tanto dentro del país como fuera de él.

Mientras se mantenga la fe en un sistema construido sobre la explotación global, las masas se conformarán con migajas, no con pan.

Debemos mantener la mirada en el verdadero objetivo: desmantelar el orden capitalista-imperialista de explotación.

* Shabbir Rizvi es escritor, investigador, comentarista político y organizador estadounidense del movimiento contra la guerra.


Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.