La renuncia del presidente boliviano, Evo Morales, provocó reacciones de todo tipo a nivel nacional e internacional, principalmente después de que las Fuerzas Armadas le retiraran su apoyo al Gobierno.
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América Latina ha visto este tipo de crisis y debates en torno a la definición de golpe de Estado en varias ocasiones a lo largo de las últimas décadas. La más reciente fue a principios de año, cuando los líderes opositores venezolanos Juan Guaidó y Leopoldo López fueron acusados de realizar un intento de golpe de Estado contra Nicolás Maduro.
En el caso de Bolivia, también hay pruebas de que hubo un golpe de Estado, lo que se entiende como una interrupción de un gobierno no prevista por la Constitución. Evo Morales presentó su renuncia muy acorralado y presionado.
Porque el Ejército pidió la renuncia del presidente (Evo Morales) y eso violenta el orden constitucional en el país”, señala el secretario mexicano de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard.
Morales, quien se vio forzado a renunciar a su cargo el domingo pasado y partir al exilio en México, ha reiterado que fue víctima de un golpe de Estado “cívico, político y policial”, y resalta que su principal pecado es “ser indígena”.
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Por su parte, el secretario mexicano de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, quien coordinó el traslado de Morales de Bolivia a la Ciudad de México, también definió que lo ocurrido en la nación andina fue un golpe “porque el Ejército pidió la renuncia del presidente y eso violenta el orden constitucional en el país”.
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También, el exsecretario de la Organización de los Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, enfatizó: “Cuando se saca a un gobernante anticipadamente de su cargo es un golpe de Estado”.
Asimismo, Insulza considera que detrás del golpe de Estado en Bolivia “están quienes han protestado contra la reelección de Morales”, lo que incluye a toda la oposición. A la cabeza de esa oposición se sitúa el expresidente Carlos Mesa, quien se disputó la presidencia con Morales en octubre.
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