2017 ha sido una montaña rusa para El Líbano. Se pasó el primer presupuesto estatal después de de más de una década. Se aprobó una nueva ley electoral que mejorará la representación. Pero el 4 de noviembre el pueblo libanés contuvo el aliento al oír cómo su primer ministro, Saad Hariri, renunciaba desde Arabia Saudí.
Ríos de tinta se escribieron sobre una táctica saudí que pretendía hacer pagar a El Líbano y a la Resistencia libanesa como chivo expiatorio sus derrotas en Oriente Medio. Hariri volvió, abortó su renuncia y el Gobierno firmó un documento de concordia. Hasta El Líbano llegó además la noticia de la política de normalización con el régimen de Israel que algunos países árabes están patrocinando.
Con la decisión del presidente estadounidense de declarar Al-Quds como capital israelí llegaron las protestas, el rechazo del pueblo y del Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano (Hezbolá), que también fue objeto de las amenazas bélicas israelíes.
El Líbano cierra este año con buenas noticias, como la definitiva fecha para las elecciones parlamentarias el 6 de mayo de 2018, pero también con amenazas de la ocupación israelí y su pacto con EE.UU. y Arabia Saudí para intentar cambiar la ecuación en la región.
Isabel Pérez, Beirut.
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