Publicada: martes, 4 de noviembre de 2025 23:58

El Gobierno español se suma a la financiación de armamento estadounidense para Ucrania a través de la OTAN. Un gesto solidario que, curiosamente, fortalece más la industria de guerra que la diplomacia de paz.

Por Alberto García Watson

España vuelve a demostrar su compromiso con la “paz” internacional. Según fuentes fidedignas, el Gobierno financiará la compra de armamento estadounidense para Ucrania a través de la OTAN. No fabricaremos las armas, no las usaremos, pero las pagaremos. Una muestra ejemplar de solidaridad… con el complejo militar-industrial.

El mecanismo, PURL, la Lista de Requerimientos Prioritarios de Ucrania, permite a los países aliados comprar material bélico estadounidense y “donarlo” a Kiev. O, dicho sin eufemismos: Europa actúa de intermediaria financiera para mantener en marcha la cadena de producción de misiles mientras Washington se libra del gasto directo.

El nuevo significado de “ayuda”

El giro semántico es admirable. Antes, “ayudar” significaba enviar alimentos, medicinas o mediadores de paz. Hoy, transferir fondos públicos para adquirir armas. Nadie duda del sufrimiento del pueblo ucraniano, pero cuesta creer que la única forma de apoyarlo sea seguir alimentando la maquinaria bélica global.

Y lo más inquietante es que ni siquiera sabemos con exactitud adónde acaban llegando esas armas. Diversos organismos internacionales han advertido del riesgo de desvío de material bélico en zonas de conflicto, donde el control y la trazabilidad se desdibujan con facilidad. En un entorno marcado por la corrupción y la economía de guerra, las certezas escasean. La pregunta incómoda persiste: ¿quién controla realmente esas armas una vez cruzan la frontera?

Obediencia estratégica

La escena tiene algo de tragicómico: Estados Unidos se niega a donar su material, la OTAN coordina el proceso y Europa, obediente, saca la chequera. No hay negociación ni debate público, apenas una nota institucional y un aplauso entre aliados. La soberanía europea, tan invocada en los discursos, se evapora en cuanto suena la caja registradora del Pentágono.

Mientras tanto, el discurso oficial insiste en que “la prioridad es Ucrania”. Lo que no se dice tan alto es que también lo es mantener a flote una industria armamentística que factura más cuanto más se prolongan los conflictos. El negocio de la guerra no conoce tregua.

La paradoja de la paz

Financiar más armas en nombre de la paz. Esa es la paradoja. Como si encender más fuego ayudara a sofocar el incendio. Los mismos gobiernos que prometen frenar el cambio climático o reforzar el Estado del bienestar dedican cada año más recursos a un arsenal global que perpetúa el miedo como modelo de estabilidad.

Hablar de “seguridad” sin hablar de diplomacia es como hablar de medicina sin mencionar la prevención. Pero ese matiz no vende tan bien en las cumbres internacionales ni en los contratos de defensa.

El precio de la obediencia

España no compra autonomía ni influencia con estas operaciones. Compra deuda moral y dependencia estratégica. La OTAN coordina, Estados Unidos fabrica, Europa paga. Un reparto tan desigual como constante. Y, entre tanto, el contribuyente observa cómo se multiplican los millones destinados a misiles mientras su barrio pierde médicos, profesores o transporte público.

Financiar la paz a golpe de misil no nos hace más seguros, sólo más cómplices. La solidaridad real no necesita pólvora ni banderas militares. Necesita diplomacia, reconstrucción y valentía política para decir “no” a la lógica de la guerra, incluso cuando viene envuelta en el logo azul de la OTAN.