Publicada: miércoles, 25 de septiembre de 2024 5:54

Cada año, el segundo lunes de octubre, los estadounidenses conmemoran el “Día de Colón”, que simboliza la fundación de los Estados Unidos de América.

Por: Rachel Hamdoun *

Recientemente, este día ha sido modificado, en respuesta al clamor indígena, y se le ha dado el nombre de “Día de los Pueblos Indígenas”.

Así, todos los años, las tribus indígenas nativas de Estados Unidos lloran en esta fecha la pérdida de sus tierras y de sus ancestros, arrasados por los europeos que llegaron a estas tierras y, en su perspectiva eurocéntrica, decidieron reclamarlas como propias.

Mientras tanto, muchos estadounidenses celebran este genocidio, que continúa siendo un día festivo en el país.

Este año, el referido día coincide con el primer aniversario del genocidio en Gaza, del que la historia nuevamente atribuye responsabilidad a Estados Unidos.

El explorador italiano Cristóbal Colón, quien se convirtió en colonizador, navegó desde Europa a través del Atlántico y “descubrió” la tierra que llamó el Nuevo Mundo.

Con el respaldo de la Doctrina del Descubrimiento de 1492, un documento que afirmaba que cualquier territorio deshabitado podía ser reclamado por quien lo “descubriera”, Colón se arrogó el derecho de invadir tierras habitadas por pueblos nativos.

Esto allanó el camino para el Destino Manifiesto, la creencia de que los euroamericanos estaban destinados a expandirse y conquistar, una ideología que justificaba la expansión territorial estadounidense en aquel entonces y sigue vigente hoy.

Colón y sus seguidores saquearon sistemáticamente las tierras, violaron a mujeres, interrumpieron tradiciones, robaron recursos naturales y aplicaron una política de tierra arrasada.

Las grandes poblaciones de tribus nativas, como los powhatan, hopi y navajos, que sumaban millones, fueron prácticamente exterminadas en cuestión de días.

 

¿Te resulta familiar? Desde el 7 de octubre de 2023, Israel ha asesinado a más de 41 400 palestinos, sin contar los cuerpos que aún yacen bajo los escombros, lo que podría elevar el total a más de 180 000, según un estudio de la revista médica británica The Lancet.

La campaña genocida contra el pueblo palestino, desde Akka (Acre) hasta Al-Jhalil (Hebrón), por parte de las fuerzas colonizadoras de Israel, apoyadas por Estados Unidos, está reescribiendo la historia de los pueblos indígenas al redefinir el genocidio en una nueva tierra y con un nuevo pueblo.

Los palestinos, a manos de fuerzas de ocupación israelíes entrenadas según políticas estadounidenses, han sido asesinados, violados, saqueados, torturados, esclavizados, degradados y privados de todos los derechos humanos que uno pueda imaginar.

Dondequiera que los pueblos indígenas enfrenten genocidio, uno encontrará sin duda una mano estadounidense moviendo los hilos y un títere que sigue las órdenes.

La mentalidad de “nosotros contra ellos” sigue propagándose de generación en generación, de política en política y de gobierno a ejército, hasta el día de hoy.

La autoproclamada creencia en la hegemonía divina comenzó hace 180 años contra las tribus nativas de Estados Unidos y se ha convertido en una doctrina que justifica todas y cada una de las tácticas de guerra como un deber enviado por Dios para servir a la “justicia” y mostrar al mundo lo que está bien y lo que está mal, siendo un ejemplo incomparable de ley y orden.

Esta ideología se exhibe en cada guerra en la que Estados Unidos se involucra y en cada incendio que enciende, desde Irak hasta Afganistán, y desde Sudán hasta Gaza.

Aquellos que una vez fueron vaqueros en el Salvaje Oeste son ahora soldados con uniformes organizados.

Cuando se cuestiona al Departamento de Estado sobre las violaciones de los derechos humanos, los crímenes de guerra y los crímenes contra la humanidad cometidos tanto por las tropas estadounidenses como por las fuerzas del régimen israelí, su respuesta suele ser evasiva, utilizando frases como “estamos investigando” o “aún no tenemos suficiente información sobre eso”.

¿No sería cínico preguntar a Estados Unidos sobre los crímenes cometidos contra civiles indígenas y las violaciones a la tierra que consideran su base?

El dicho de que Estados Unidos paga para participar nunca ha sido más cierto, ilustrado por la generosa cantidad de dinero que destina a conflictos como los de Israel y Ucrania.

Hasta ahora, Estados Unidos ha desembolsado más de 175 000 millones de dólares a las fuerzas ucranianas contra Rusia y casi 300 000 millones al régimen israelí, dinero que ha sido utilizado en su totalidad al asesinato de familias palestinas borradas de los registros civiles y al asesinato de ciudadanos libaneses en el sur del Líbano y en los suburbios del sur de Beirut.

Cada vez más, los ciudadanos estadounidenses muestran frustración al darse cuenta de que sus dólares de impuestos financian guerras en el extranjero.

Mientras tanto, las tribus nativas de Estados Unidos viven en condiciones precarias, sin atención médica adecuada ni recursos, mientras el dinero que podría haber mejorado sus condiciones es desviado a conflictos lejanos.

Esto ha dado lugar a una campaña global de boicot, que busca detener la compra de productos de empresas que financian a las fuerzas de ocupación israelíes.

Cada dólar gastado en productos de estas empresas es un dólar más que se invierte en el arsenal occidental de armas de destrucción masiva contra el pueblo palestino.

Estados Unidos financia lo que desea controlar, y por ello las Naciones Unidas, ya sea su sede en Nueva York o sus agencias como el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) y la Unesco (la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la ciencia y la Cultura) enfrentan constantes amenazas de recortes en su financiación si reconocen a Palestina o la aceptan como miembro.

La historia de los nativos americanos se repite contra los palestinos, bajo la cosmovisión colonial de la guerra occidental, adaptándose a nuevos espacios y formas conforme avanza la tecnología y se redefinen los crímenes de guerra.

En 2030, el “Día de Colón” coincidirá con el séptimo aniversario del genocidio en Gaza. Se dice que los libros de historia suelen ser escritos por los vencedores; ahora, más que nunca, son los combatientes de la Resistencia en Palestina, El Líbano, Irak y Yemen quienes están escribiendo la historia con tinta y sangre, abogando por la victoria de los pueblos indígenas frente a las fuerzas de ocupación israelíes apoyadas por Estados Unidos.

* Rachel Hamdoun es periodista y comentarista radicada en Estados Unidos.


Texto recogido de un artículo publicado en PressTV.