Publicada: domingo, 29 de septiembre de 2024 3:22

Su Eminencia, el Señor de la Resistencia, fiel siervo de Dios, ha partido hacia la compañía de su Creador como un mártir glorioso.

Por Javier Villar

Un líder valiente, intrépido, sabio y visionario, lleno de fe. Se une ahora a la eterna caravana de mártires luminosos de Karbala, siguiendo el camino de los profetas y de los imames mártires.

Con estas palabras, Hezbolá confirmó el asesinato de su secretario general, Seyed Hasan Nasralá, en el atentado perpetrado ayer por el ejército israelí en el sur de Beirut. 

En el comunicado, Hezbolá señalaba que Nasralá se había unido a “sus compañeros mártires inmortales, a quienes lideró durante casi 30 años, llevándolos de victoria en victoria. Desde que asumió el liderazgo de la resistencia islámica en 1992, tras la muerte del anterior líder mártir, hasta la liberación de Líbano en 2000 y la gran victoria divina de 2006. En todas las batallas de honor y sacrificio, incluido su firme apoyo a Palestina, Gaza y al oprimido pueblo palestino”.

El grupo libanés también extendió sus condolencias a la familia paciente de Nasralá, felicitándolo por recibir “el más alto de los honores divinos, la Medalla del Imam Husein (A.S.), alcanzando sus más profundos anhelos y las cumbres más altas de fe y devoción pura al convertirse en mártir en el camino de (Al-Quds) Jerusalén y Palestina”.

Hasan Nasralá nació en 1960 en el este de Beirut, en un entorno caracterizado por la pobreza y la marginación de la población chií. Varias biografías apuntan a que, de pequeño, solía caminar largas distancias hasta el centro de Beirut para comprar libros de segunda mano sobre el islam y las ciencias islámicas. 

Estas mismas fuentes destacan que el joven Nasralá se sintió profundamente atraído por la figura del clérigo iraní Musa al-Sadr, un personaje fundamental para comprender la re-politización del chiismo en Líbano. Los esfuerzos por repolitizar a la comunidad chií culminaron con la creación del Movimiento de los Destituidos en 1974 y su rama militar, AMAL, en 1975. Muchos de los fundadores de Hezbolá militaron previamente en AMAL.

Tras el estallido de la guerra civil entre cristianos maronitas y musulmanes en Líbano, Nasralá se unió al movimiento Amal, participando activamente en su milicia. Sin embargo, a medida que avanzaba el conflicto, Amal adoptó una postura cada vez más hostil hacia la presencia de las milicias palestinas en el país. Fue por esta razón que, en 1982, apenas unos meses después de la invasión sionista de Líbano, Nasralá abandonó AMAL debido a sus discrepancias sobre la presencia de las milicias palestinas, lo que ya indicaba la importancia vital que Palestina tendría en la vida y el pensamiento político del líder libanés.

La invasión israelí fue el catalizador para el nacimiento de Hezbolá, ya que, debido a este acontecimiento, la Resistencia Islámica en Líbano, con apoyo iraní, entendió que la única opción era organizar una resistencia armada contra las tropas israelíes y sus milicias locales.

En este sentido, se puede recordar que el daño causado al 80 % de las aldeas del sur de Líbano, junto a la casi destrucción de siete de ellas, avivó en gran medida la ira de los chiítas, al igual que las 19 000 muertes y 32 000 heridos infligidos por Israel.

Cuando Nasralá y otros exmiembros de AMAL decidieron fundar un nuevo movimiento, que se convertiría en Hezbolá, el modelo político que buscaron como inspiración fue el Islam político desarrollado por el Imam Jomeini, en concreto la doctrina de Wilayat e Faqih, que forma la columna vertebral de la República Islámica. Esta unión en torno a la doctrina de Wilayat e Faqih se convierte en la piedra angular de la relación entre Irán y Hezbolá, como apunta Abdulá Safi al-Din, representante del grupo libanés en Irán: “Nos une nuestra adhesión a los principios de Wilayat e Faqih, así como la lucha contra los enemigos comunes”.

Sin embargo, esta adhesión, junto a la figura del actual faqih (Ayatolá Jamenei), no implica una subordinación del grupo a un proyecto nacional. De hecho, desde la perspectiva política articulada en torno a Wilayat e Faqih, Irán no se concibe en términos de estado-nación, sino como el hogar político de los musulmanes. Pretende ser un modelo islámico político-revolucionario que no tiene sentido dentro de marcos nacionales; el proyecto de la Revolución Iraní es, en este sentido, un proyecto ummático, es decir, busca ser un referente político para todos los musulmanes. Por ello, el faqih no es visto solo como el Líder de Irán, sino como un líder islámico que representa la posibilidad de construir una identidad política musulmana autónoma.

El propio Nasralá, en un discurso en 2018, dejó claro que son los principios políticos, y no la ayuda material y financiera, los que crean los vínculos entre ambos, vínculos que en ningún caso indican subordinación. Nasralá, quien había estudiado en una escuela religiosa en Nayaf, la ciudad sagrada chií de Irak, donde el Imam había sido exiliado por el régimen Pahlavi, compartía la visión de que el mundo se divide en una especie de antagonismo permanente entre los oprimidos (mostazafin) y los opresores (mostakberin). Cuando en 1985 Hezbolá publicó su manifiesto fundacional, la defensa de los oprimidos contra los opresores era uno de los puntos nodales que definían el horizonte político del grupo.

Nasralá, erudito islámico de renombre, eficaz orador y competente organizador, adquirió experiencia en liderazgo durante la prolongada lucha contra las tropas israelíes y sus aliados locales en el sur de Líbano. En 1992, fue elegido nuevo secretario general del movimiento tras el asesinato de su predecesor, Abás al-Musawi, a manos de Israel.

Cuando Israel asesinó a Al-Musawi, las autoridades sionistas, en una demostración de absoluta ignorancia política, pensaron que la era del conflicto con Hezbolá había terminado. Esta incapacidad política no tiene en cuenta que la resistencia no depende de individuos. Ni HAMAS ni Hezbolá se debilitaron con el martirio de sus comandantes; por el contrario, han seguido su camino con aún mayor fortaleza y determinación.

En el año 2000, Hezbolá logró que las tropas sionistas se retirasen de manera humillante del sur de Líbano, lo que convirtió a Nasralá en una de las figuras más admiradas y respetadas, no solo en el país, sino en toda la región y entre toda la comunidad islámica, independientemente de si eran suníes o chíes. Esta admiración refleja una de las influencias de la visión política del Imam Jomeini, quien siempre buscó construir una unidad islámica que estuviese por encima de las diferencias.

 A este respecto, se pueden recordar las palabras de Hasan Nasralá en 2006 durante una entrevista con Al Jazeera, donde afirmaba: “Nosotros, chiítas y suníes, luchamos juntos contra Israel”. Esta declaración pone de manifiesto la influencia del Imam Jomeini en Hezbolá, ya que el Imam desarrolló una práctica política considerada un intento de acercar sunismo y chiismo, lo que los expertos islámicos llaman una “visión post-mazhabi” (mazhab o madhhab significa escuela jurídica en árabe).

Esta búsqueda de la unidad islámica es vital para entender la auto-representación de la República Islámica como el hogar político de todos los musulmanes, un gran poder capaz de defender a toda la comunidad islámica de los ataques de Occidente. La voluntad política de defender a los musulmanes, vistos como oprimidos, frente a la opresión colonial sionista (apoyada por Estados Unidos), fue crucial para comprender el apoyo de Hezbolá a Palestina después de que HAMAS lanzara el 7 de octubre su operación “Tormenta de Al-Aqsa”.

La muerte de Hasan Nasralá, uno de los artífices del Eje de Resistencia, debe ser entendida desde la perspectiva de la voluntad de martirio propia del grupo libanés y de la visión islámica chií en general. En esta visión, los mujahidines anhelan, por un lado, las recompensas de la vida después de la muerte, pero al mismo tiempo buscan establecer, mediante una lucha política, una comunidad justa que represente la soberanía divina en este mundo.

Su muerte, al igual que ocurrió anteriormente con la de Al-Musawi o con la del fundador de HAMAS en Gaza, el jeque Ahmad Yassin, no significa el fin de la Resistencia. Como se ha mencionado, mientras exista la opresión colonial sionista, continuará el movimiento anticolonial de resistencia, caracterizado por su visión islámica.