Por: Xavier Villar
Sus declaraciones llegan tras su reunión en Jerusalén con el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, en un contexto de creciente tensión con Teherán.
“En los últimos 16 meses, Israel ha asestado golpes contundentes al eje del terror iraní”, ha afirmado Netanyahu en una rueda de prensa conjunta. Según el líder israelí, bajo el “fuerte liderazgo” de Donald Trump y con el “inquebrantable” apoyo de Washington, Israel podrá “terminar el trabajo”.
Netanyahu ha calificado su encuentro con Rubio de “muy productivo” y ha destacado que Irán ha sido el tema central de la conversación. Tanto Israel como Estados Unidos, ha subrayado, comparten una estrategia alineada para impedir que Teherán obtenga armas nucleares.
El secretario de Estado estadounidense ha reforzado esta postura. “Un Irán con armas nucleares nunca sucederá. Un Irán con capacidad nuclear que pueda blindarse contra sanciones y presiones externas simplemente no es una opción”, ha afirmado Rubio. “El presidente Trump ha sido claro al respecto”, ha añadido.
La visita de Rubio a Israel se produce apenas una semana después de que el Líder Supremo iraní, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, descartara cualquier posibilidad de negociación con Estados Unidos mientras se mantenga la actual estrategia de máxima presión.
Analistas iraníes, como Mostafa Nafaji, advierten que esta estrategia de Washington no es solo política, sino que conlleva una dimensión militar que podría desarrollarse en dos fases. Según Nafaji, en un primer momento, las amenazas militares de Israel complementarían la presión diplomática y económica de EE. UU., buscando forzar a Irán a aceptar negociaciones en términos favorables a Occidente. Este periodo, que se extendería por unos tres meses, utilizaría la acción militar como herramienta para modificar la postura de Teherán.
Si esta primera fase no logra los resultados esperados, la posibilidad de un ataque contra las instalaciones nucleares iraníes ganaría peso. En este escenario, que se contempla en un plazo de entre tres y nueve meses, Israel asumiría un papel más activo en la escalada militar, con el respaldo total de Estados Unidos.
Las presiones de Estados Unidos e Israel no han logrado modificar la postura iraní, como quedó reflejado en las recientes declaraciones del Líder Supremo. A esto se suma la posible existencia de una lista de exigencias por parte de Washington, que dista considerablemente de las expectativas de Teherán en el marco de las negociaciones, lo que aleja aún más la posibilidad de alcanzar un acuerdo en las condiciones actuales.
La estrategia de la administración de Donald Trump tampoco ha contribuido a disipar las dudas en Teherán. Por un lado, el presidente y su equipo aseguran que no buscan un cambio de régimen y que su objetivo es lograr un acuerdo nuclear, no recurrir a la acción militar. Su reciente declaración, en la que afirmó que un pacto con Irán evitaría un ataque contra el país, parece reforzar esta idea. Sin embargo, al mismo tiempo, la Casa Blanca ha impuesto nuevas sanciones y mantiene una postura ambigua sobre el programa nuclear iraní.
Este doble enfoque, sumado a la desconfianza de Irán respecto a las intenciones de Washington, dificulta aún más la reanudación de las conversaciones. A su vez, ha llevado al Líder Supremo a adoptar una postura más firme como respuesta a lo que considera amenazas e inconsistencias por parte de Estados Unidos.
Teherán insiste en que está dispuesto a negociar, pero sin presiones y sin verse obligado a hacer concesiones significativas en su programa nuclear o en otras cuestiones sensibles, como su desarrollo de misiles. No obstante, tanto Estados Unidos como los países del E3 (Francia, Alemania y Reino Unido) podrían tratar de aprovechar la situación actual para forzar un acuerdo que implique el desmantelamiento drástico de la infraestructura de enriquecimiento de uranio de Irán, con el objetivo de alejarlo de la capacidad de enriquecer hasta el 90%, el umbral necesario para uso militar.
Frente a estas demandas, Irán reivindica su derecho legítimo a desarrollar tecnología nuclear. Como signatario del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) desde 1968, Teherán argumenta que su programa se encuentra dentro del marco legal del acuerdo y es coherente con la normativa internacional. En este sentido, la República Islámica se ampara en el artículo IV del TNP, que reconoce el derecho de todos los Estados a desarrollar y compartir tecnología nuclear con fines pacíficos. Al mismo tiempo, rechaza las acusaciones sobre un supuesto programa de armamento nuclear, asegurando que estas forman parte de una estrategia de politización de cuestiones técnicas.
Más allá del ámbito legal, la política nuclear de Irán está estrechamente vinculada a sus principios revolucionarios, entre ellos la independencia, la autosuficiencia y la soberanía territorial. Desde la óptica de Teherán, la larga historia de intervenciones extranjeras en el país ha reforzado la necesidad de contar con una estrategia de seguridad y defensa propia, en la que la tecnología nuclear juega un papel clave.
En este marco, la postura de Irán también se encuentra determinada por la fatwa emitida en 2003 por el ayatolá Jamenei, que prohíbe explícitamente el desarrollo y uso de armas nucleares. Sin embargo, una eventual agresión militar contra su territorio podría fortalecer la posición de quienes dentro del régimen abogan por modificar esta doctrina. En círculos estratégicos iraníes se subraya que el país cuenta con la capacidad técnica para fabricar armamento nuclear y que el único factor disuasorio es la decisión política del Líder Supremo.
Por ahora, todo apunta a que el ayatolá Jamenei mantendrá su fatwa. No obstante, si Irán percibe una amenaza existencial, la doctrina nuclear iraní podría sufrir un cambio sin precedentes.