“Necesitamos provocar el caos aquí”, ha declarado en una entrevista con la emisora de radio del ejército israelí el presidente de la federación sindical, Avi Nisenkorn, al anunciar una huelga general en caso de que la compañía, conocida en inglés por las siglas ICL, no ceda a su reivindicación.
La acción comenzaría el jueves 12 de marzo y haría que decenas de miles de personas dejasen de salir a trabajar, marcando la última semana de campaña para los comicios del martes 17.
Nisenkorn, cuya organización representa a cientos de miles de trabajadores israelíes, acusa a sus responsables políticos de descuidar la mitad sur de Palestina ocupada, compuesta por el desierto del Néguev y el valle de Araba, y de atender solo al comercio de Tel Aviv y sus alrededores.
De ahí que Histadrut exige al premier del régimen israelí, Benyamin Netanyahu, que interceda para evitar los despidos de ICL. De hecho, los trabajadores de la unidad productora de bromo están ya en huelga desde comienzos de febrero, y los de la sección de potasio desde mediados del mes.
La compañía ha anunciado que “no permitirá que los comités se hagan cargo de las fábricas” y ha acusado a los trabajadores sindicados de recurrir a “violencia, agresiones y brutalidad”, prefiriendo no hacer comentarios sobre las perjuicios económicos sufridos a causa de la huelga.
También, se ha lamentado por la programación de la huelga general en fechas preelectorales, que se prevé que permita a los trabajadores recabar apoyos políticos para su causa.
Más aún cuando la campaña electoral ha estado dominada por la pérdida de poder adquisitivo de los israelíes. En este contexto, la huelga podría tener gran relevancia política, puesto que los sondeos de opinión no permiten predecir con seguridad quién ganará los comicios.
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