Se trata de una proteína incrementada en las células cancerosas, la CDC25A, según indican los resultados de un estudio dirigido por el jefe del Grupo de Inestabilidad Genómica del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), Óscar Fernández-Capetillo.
El hallazgo abre la puerta a nuevas terapias más eficaces y a predecir aquellos pacientes en los que funcionarán mejor, informa el CNIO en una nota.
CDC25A es una proteína que suele estar altamente expresada en tumores. El presente trabajo sugiere que una manera de identificar pacientes que respondan mejor al tratamiento es determinar aquellos en los cuales los niveles de esta proteína en el tumor son mayores“, explica Óscar Fernández-Capetillo, líder del estudio.
El objetivo de muchos de los agentes usados en quimioterapia es destruir el ADN de las células cancerosas. La estrategia del equipo del CNIO fue centrarse en la proteína quinasa ATR, responsable de reparar el genoma de las células, tanto de las sanas como de las tumorales.
Pero en estas últimas “su función es aun más importante porque su genoma está altamente fragmentado – señala Fernández-Capetillo, autor principal del estudio publicado en la revista Molecular Cell – y necesita ser reparado frecuentemente para no desestabilizarse y morir”. De este modo, inhibir esta proteína en una célula tumoral es sentenciarla a muerte.
Al someter a las células a la inhibición de ATR se pudieron aislar algunas resistentes al tratamiento y posteriormente identificar la mutación que portaban. Se demostró que células con mutaciones en el gen CDC25A sobrevivían.
El equipo de Fernández-Capetillo ha comenzado a trabajar con inhibidores de la quinasa ATR, frecuentemente incrementada en las células cancerosas. El tratamiento podría comenzar a ensayarse en humanos en 2017.
“CDC25A es una proteína que suele estar altamente expresada en tumores – explica Fernández-Capetillo –. El presente trabajo sugiere que una manera de identificar pacientes que respondan mejor al tratamiento es determinar aquellos en los cuales los niveles de esta proteína en el tumor son mayores“. Además de encontrar una mutación que vuelve a las células resistentes a la quimioterapia, los investigadores identificaron también un tratamiento que era capaz de eliminar a las células resistentes.
“Los tumores que parecerían más sensibles a este tratamiento son aquellos más inestables, en los que su genoma está más dañado; lo que los hace más dependientes de la acción reparadora de ATR para subsistir”, concluye Fernández-Capetillo.
Para evitar cualquier sorpresa, relacionada con resistencias aun no conocidas, el equipo del CNIO fue un paso más allá recurriendo a la tecnología CRISPR. Gracias a esta nueva técnica desarrollaron una colección de células en la que cada una tenía mutado un gen distinto. Esto les permitirá anticiparse y reaccionar adecuadamente ante mutaciones poco conocidas. Y a fin de año especulan publicar un nuevo estudio con los datos obtenidos.
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