Los mismos que hasta este martes el Estado consideraba como traidores, por oponerse al derrocamiento de Salvador Allende. Tuvo que ser una Corte Internacional la que obligara a anular esa ignominia y reconocerla en el mismo lugar de su martirio: la Academia de Guerra Aérea.
El general Alberto Bachelet, padre de la presidenta de Chile, fue uno de los flagelados aquí, pero las torturas lo mataron en 1974, antes de la sentencia. La pregunta de rigor es ¿por qué los culpables hasta ahora no aparecen?
Un reconocimiento justo, pero obligado, tardío e incompleto hacia los militares que cumplieron su deber constitucional.
Alejandro Kirk, Santiago.
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