No obstante, la puesta en marcha de las reformas se ha enfrentado a obstáculos que impiden la ejecución de los planes. El premier iraquí, Haidar al-Abadi, por su parte, enfatiza que no existe un retorno en el camino iniciado hacia las reformas en el país y que el Gobierno defenderá sus políticas contra la corrupción.
En el siguiente artículo, pretendemos analizar las reformas propuestas por Al-Abadi y los retos en su camino para materializarlas, además de las razones del por qué tales protestas surgieron en Irak y El Líbano a la vez y de forma paralela.
Pese a que el Gobierno iraquí está enfocado con toda su fuerza en la lucha contra los terroristas de Daesh, un grupo que se ha apoderado de casi la mitad del país árabe, las autoridades de Irak se han enfrentado en las últimas semanas a una nueva crisis que ha complicado las ecuaciones sociopolíticas del país.
La alta temperatura y los constantes cortes de electricidad durante el verano en curso provocaron protestas en las calles de las provincias centrales y sureñas del país. Los manifestantes pedían mayor bienestar social, lucha contra la corrupción e incluso el cambio del sistema político del país.
Ante este nuevo escenario en el país, el primer ministro iraquí, Haidar al-Abadi, ofreció una serie de considerables reformas al Parlamento. Unas reformas que las estudiaremos a continuación.
Las reformas propuestas por el premier fueron aprobadas por el Parlamento del país árabe y se consideran como los principales cambios ejercidos en el sistema político iraquí después de 2003.
En base a los nuevos cambios, se eliminan los cargos del vicepresidente y vicepremier, compuesto por 3 personas cada uno, y de esa forma suprimieron los centros que albergaban a personas influyentes en los asuntos políticos. Además de la fusión de varios ministerios, el premier es capaz de eliminar a aquellos gobernadores y autoridades locales cuyas responsabilidades fueron mayores que las del gobierno central. Asimismo, se llevaron a cabo reformas estructurales en el sistema judicial iraquí para abordar los casos de corrupción con seriedad.
Si bien la coyuntura que vive el país árabe hace propicia la implementación de estas reformas por parte del premier iraquí, hay retos que debe sortear que obstaculizarían este camino.
El primer obstáculo reside en la estructura política de Irak, principalmente al tener en cuenta que el sistema político está basado en la descentralización política y para cualquier decisión sea primordial e incluso corriente se debe llegar a un consenso. Además, el país cuenta con un Parlamento que tiene dominio absoluto sobre el Gobierno, así que de ese modo dificultaría bastante la implementación de reformas en los cargos políticos u otros cambios primordiales impulsados por el premier iraquí.
El segundo, se basa en la ineficiencia de la estructura burocrática y administrativa del gobierno, hecho que ha motivado grandes fugas de capital. Además esa estructura crea corrupción debido a que los aferrados al poder y los nuevos que se suman no pueden y no quieren dejar sus cargos, una misión casi imposible que deberá personificar el premier.
El tercero se centra en la situación especial de Irak desde el punto de vista militar y de seguridad ya que los terroristas de Daesh se han apoderado de casi la mitad de su territorio, razón por la cual, el gobierno prioriza la seguridad más que los programas económicos y sociales. En base a esto, la administración iraquí se ve obligada a invertir la mayor parte de sus ingresos en suministrar las necesidades de su Ejército y fuerzas de seguridad. Asimismo, hay que tener en cuenta que la invasión de EE.UU. al país árabe en 2003 y el surgimiento de Daesh motivaron el desplazamiento de millones de iraquíes, además de destruir partes de la infraestructura iraquí, factores que ejercieron una gran presión al gobierno.
Mientras en estas circunstancias, la caída del precio del petróleo y el déficit fiscal causaron más problemas para el gobierno para que no pueda atender tal como se debe las necesidades del pueblo.
A todo esto debemos sumar, la caída del precio del petróleo y el déficit fiscal que causaron aún más problemas al gobierno, que de por sí no puede atender con eficiencia las necesidades del pueblo.
Con todo ello, la situación actual de Irak y los retos por delante del premier iraquí para poner en marcha su plan de reformas, pone de relieve que algunas partes del país como pueblo, gobierno, parlamento, partidos políticos, sistemas de seguridad requieren de unas reformas fundamentales para recuperar la situación socioeconómica del país mientras también se enfrenta a la amenaza de Daesh.
Mientras tanto, no atender a las demandas del pueblo, a largo plazo, también provocará una amenaza grande para Irak al igual que la de Daesh, ya que de ser extendidas las protestas populares motivaría y daría pie a los enemigos internos y externos para sumergir el país en el caos y desestabilizar el sistema político del país.
Lo mismo que está sucediendo en El Líbano, donde desde hace meses los libaneses de diferentes ciudades han salido a las calles por las mismas razones que los iraquíes y piden a veces mediante protestas violentas la dimisión del gobierno.
De una forma se puede decir que se trata de un plan orquestado desde exterior o por la oposición interna en estos países para desestabilizarlos y presionar a los gobiernos mientras avanzan en su lucha contra el terrorismo de Daesh. Ya que la guerra y el caos que viven Irak y El Líbano no es algo que haya ocurrido hace meses. La gente en estos países sufre por problemas derivados de los enfrentamientos desde años, así que surgir tales protestas y especialmente en estas circunstancias que ambos países están luchando contra Daesh, no parecen normales.