Publicada: jueves, 23 de febrero de 2023 13:17
Actualizada: viernes, 24 de febrero de 2023 11:44

La Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) ha vuelto a ser noticia en Irán. Esta vez la AIEA habría “encontrado restos de uranio enriquecido al 84%” en algunas instalaciones nucleares iraníes.

El gobierno por boca del portavoz de la Organización de Energía Atómica de Irán (OEAI), Behruz Kamalvandi, negó dichas informaciones y añadió que “anteriormente ya se habían encontrado residuos atómicos de esos valores y que no suponía nada nuevo, ni nada fuera de lo normal”.

Las relaciones entre la AIEA y la República Islámica no pasan por su mejor momento. El gobierno del presidente iraní, Seyed Ebrahim Raisi, ha acusado a esta organización de extralimitarse en sus funciones técnicas —funciones que Irán ha dejado claro que continuará respetando—, para convertirse en una organización política con una clara agenda antiraní. El viaje del secretario general de la AIEA, Rafael Grossi, a Israel, justo un día después de que se reuniese la Agencia en Viena para discutir el acuerdo nuclear fue interpretado por Teherán como una falta de tacto y de respeto. Varios medios locales han apuntado incluso a una colaboración, encubierta, entre la AIEA y el régimen israelí. Periódicos como Nournews, con una estrecha relación con el Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán, han apuntado incluso a la posibilidad de que inspectores de la AIEA hayan compartido información reservada con Israel que habría sido usada por los servicios de inteligencia israelíes para atacar las instalaciones nucleares iraníes.  

Para mucha gente en la República Islámica, las acciones y declaraciones de la AIEA son ejemplo de falta de profesionalidad y de mala fe. De hecho, las últimas palabras de Grossi han sido calificadas por algunos comentaristas como unas declaraciones que sirven únicamente para justificar la imposición de más sanciones. Estas declaraciones servirían, por tanto, para preparar el terreno para una nueva intervención disciplinaria por parte de Occidente. 

Desde la República Islámica también se recuerda la hipocresía de la AIEA a la hora de relacionarse con la entidad sionista. Los ejemplos de esta hipocresía son múltiples: desde la ausencia de inspecciones del arsenal nuclear sionista, a la ausencia de condenas por parte de Grossi u otros altos responsables de la AIEA por la falta de transparencia por parte del régimen sionista. Además de tratar a la entidad sionista de manera distinta que a la República Islámica, la AIEA nunca exigió en el acuerdo nuclear ratificado en 2015 —el conocido en sus siglas en inglés como el JCPOA—, ningún tipo de verificación del acuerdo por parte de los Estados Unidos o el resto de estados firmantes. El resultado de esta falta de control por parte de la AIEA fue el ya conocido; el anterior acuerdo nuclear fue abandonado de manera unilateral por Washington, incumpliendo lo firmado en el propio acuerdo. Esta ruptura es vista desde el actual Gobierno iraní como la constatación política de la falta de honestidad y compromiso por parte de Occidente. 

La ya mencionada ruptura unilateral tiene una lectura política en la que Washington es la parte opresora —zulm en lenguaje coránico— que no respeta los límites de la negociación. Esta figura política conecta con la tradicional representación de Estados Unidos en el Irán revolucionario como “Gran Satán”. Esta etiqueta hay que entenderla como la falta de justicia política, y no desde una visión teológica.

El tema de la energía nuclear en la República Islámica, así como la visión distorsionada que sobre la misma difunden los medios de comunicación occidentales, hace que este sea un tema importante desde un punto de vista político y discursivo. Para Occidente, entendiendo Occidente como ideología, la relación entre energía nuclear y la República Islámica forma parte de una cadena de equivalencia en la cual una figura prevalece sobre el resto: la de “Mullahs con bombas atómicas”. Es esta figura, la de un clérigo chií montado sobre una bomba nuclear, la que condensa todas las articulaciones políticas occidentales a la hora de analizar la cuestión nuclear en la República Islámica. 

Evidentemente, desde Occidente y desde sus satélites regionales no se tiene en cuenta la fatwa —edicto religioso— del 2003 publicada por el Líder de la Revolución Islámica de Irán, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, sobre la cuestión nuclear en el país. En esta fatwa se prohíbe de manera clara la producción y uso de armamento nuclear y biológico. Varios representantes de la República Islámica han dejado claro que si el país no ha desarrollado armamento nuclear no es por la falta de competencia técnico-científica, sino por la prohibición manifiesta de la fatwa.

La idea de que Irán estaría desarrollando su programa nuclear para fabricar armas nucleares es parte del discurso occidental que intenta construir permanentemente a la República Islámica como un riesgo de dimensiones incontrolables. La absurda idea de que Irán está “en un punto de no retorno” respecto a su programa nuclear es parte de esa visión disciplinadora que parecen compartir tanto Occidente como la AIEA. Como bien explica el profesor de la Universidad de Teherán y analista político, Mohamad Marandi, la idea, por ejemplo, de que el doctor Mohsen Fajrizade, experto nuclear iraní asesinado por los sionistas, estaría fabricando una bomba nuclear es parte de esa propaganda antraní cuyo objetivo es impedir el desarrollo de un programa autónomo y civil de la energía nuclear, así como justificar el asesinato de científicos iraníes. 

El mismo Marandi, en una entrevista para PressTV, dejaba claro que no se podrían repetir los errores de administraciones anteriores, en clara referencia a la administración del expresidente iraní Hasan Rohani que fue la encargada de ratificar el acuerdo de 2015. En esa misma entrevista Marandi añadió que en las negociaciones en Viena —negociaciones para intentar revitalizar el acuerdo nuclear—, Irán siempre ha insistido en la necesidad de implementar medidas de verificación independientes para garantizar el cumplimiento del acuerdo por parte tanto de la Unión Europea como de Estados Unidos. Estas medidas de verificación se consideran necesarias porque la mayor parte de la población iraní es escéptica, después de lo sucedido con el anterior acuerdo. Esta verificación debería ir acompañada de penalizaciones económicas en caso de que alguna de las partes firmantes decida, nuevamente, romper de manera unilateral lo firmado.

Las últimas declaraciones de la AIEA se mueven dentro del mismo marco discursivo que el Occidental. Con esas declaraciones, la República Islámica continúa siendo representada como “peligro nuclear que hay que contener”, lo que facilita y posibilita ese control por medio de sanciones y ataques diversos. Esto es así porque la AIEA en vez de ser un cuerpo técnico y neutral, ha optado por convertirse en un cuerpo político con una agenda abiertamente anti-República Islámica.

 

Por: Xavier Villar