Por: Ivan Kesic
Jimmy Carter será recordado por sus políticas equivocadas y hostiles que contribuyeron a la escalada de tensiones entre Irán y Estados Unidos, dejando un legado empañado que sigue dando forma a la geopolítica actual.
James Earl Carter Jr., el 39.º presidente de Estados Unidos, falleció en su hogar en Plains, Georgia, el 29 de diciembre, justo meses después de celebrar su centenario.
La Revolución Islámica en Irán, uno de los eventos más importantes del siglo XX, ocurrió mientras él estaba al mando en Washington. Durante su mandato, Estados Unidos perdió a su más estratégico títere en Asia Occidental.
La subestimación que Carter hizo de la nación iraní, junto con una serie de maniobras políticas mal concebidas, condujo al colapso total de las ya frágiles relaciones entre ambas naciones.
Más allá de su desastrosa política hacia Teherán, el inquebrantable apoyo de Carter a las políticas israelíes sentó las bases para la continua agresión sionista contra Palestina, Líbano y la región en general.
Los historiadores y politólogos coinciden en que la postura antagonista de Carter hacia la República Islámica desempeñó un papel decisivo en su derrota durante las elecciones presidenciales de 1980, impidiéndole obtener un segundo mandato.
Su presidencia, que comenzó con su toma de posesión el 20 de enero de 1977, concluyó el 20 de enero de 1981, cuando Ronald Reagan asumió el cargo.
A continuación, analizamos algunos momentos clave que definieron el legado antiraní de Carter.
#Carter, "líder torpe” en casa y 𝗺𝗮𝗹 𝗮𝗱𝗼𝗿𝗻𝗮𝗱𝗼𝗿 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗱𝗲𝗺𝗼𝗰𝗿𝗮𝗰𝗶𝗮 fuera de casa.
— HispanTV (@Nexo_Latino) December 31, 2024
El 🇺🇸𝗲𝘅_𝗽𝗿𝗲𝘀𝗶𝗱𝗲𝗻𝘁𝗲 #norteamericano #murió a los 100 y deja varios recuerdos negativos a su cuenta. pic.twitter.com/tbn66eg90A
Apoyo a un dictador títere
Mientras Jimmy Carter profesaba un compromiso con los derechos humanos tanto en políticas internas como internacionales, su apoyo inquebrantable al corrupto e impopular régimen de los Pahlavi en Irán contaba una historia muy diferente.
Este régimen, producto del infame golpe de Estado anglo-estadounidense de 1953, había oprimido durante mucho tiempo al pueblo iraní, pero Carter se mantuvo firmemente a su lado.
En medio de la agitación generalizada y el creciente descontento que presagiaba la Revolución Islámica —una situación de la que Carter estaba plenamente consciente— realizó una visita de alto perfil a Teherán a finales de diciembre de 1977.
Allí, en un controvertido discurso en la víspera de Navidad en el Palacio de Niavaran, Carter pronunció comentarios que contrastaban dramáticamente con las sombrías realidades sobre el terreno. Elogió a Irán como “una isla de estabilidad en una región turbulenta” y exaltó a Mohamareza Pahlavi como “un gran gobernante amado por el pueblo”.
Carter fue más lejos al afirmar que “ningún otro país en el mundo estaba más cerca de Estados Unidos en términos de planificación conjunta y resolución de problemas regionales que Irán” y que “ningún otro líder tiene un respeto más profundo y una relación más amigable” con él.
Estas declaraciones, ampliamente desestimadas como errores de juicio, no fueron meramente ingenuas; fueron maniobras públicas deliberadas destinadas a reforzar la legitimidad vacilante del régimen.
A pesar de las afirmaciones de Carter, los informes de inteligencia en su posesión indicaban claramente el profundo descontento de la población iraní con el gobernante respaldado por Occidente.
Su intento de pintar al régimen de Pahlaví como un socio indispensable de Estados Unidos fracasó de manera espectacular. En lugar de fomentar la buena voluntad, la visita encendió una serie de protestas antiestadounidenses.
Las manifestaciones estallaron en 10 de los 12 distritos de Teherán y se extendieron a otras ciudades, intensificando la ola de disidencia que finalmente barrió al Shah del poder.
Conspirando por un régimen vasallo
La caída del régimen de Pahlavi no alteró mucho la determinación de Washington de mantener a Irán bajo su influencia. Documentos de inteligencia clasificados, descubiertos después de que los estudiantes revolucionarios tomaran el Nido de Espionaje (la antigua embajada de EE.UU. en Teherán), expusieron los planes de Washington para sostener la dictadura o reemplazarla por otro régimen pro-occidental y dócil.
Estas revelaciones dejaron al descubierto el flagrante desprecio de la administración Carter por las aspiraciones del pueblo iraní.
Las autoridades revolucionarias, elegidas a través de un referéndum nacional, fueron descartadas sin miramientos por Washington como indignas de un compromiso serio. En cambio, el único enfoque se centró en asegurar los suministros de petróleo y contrarrestar la influencia soviética en la región a través de un estado cliente autoritario.
En las caóticas horas del asedio a la embajada, el personal estadounidense se apresuró a destruir materiales clasificados utilizando destructoras de papel. Sin embargo, sus esfuerzos fueron en vano.
Los estudiantes revolucionarios encontraron los documentos destruidos, que fueron meticulosamente reconstruidos por los hábiles tejedores de alfombras de Irán.
Los archivos restaurados, ahora publicados en varios volúmenes y disponibles al público, proporcionan pruebas irrefutables de la maliciosa interferencia de Washington en los asuntos internos de Irán.
La toma de la embajada, llevada a cabo por los estudiantes revolucionarios como respuesta a estas maniobras hostiles, se erige como una de las operaciones de contrainteligencia más exitosas de la historia moderna.
Reveló la magnitud de las conspiraciones extranjeras contra Irán y solidificó la determinación de la nación de resistir la dominación externa.
El Líder de #Iran reitera que EE.UU. conspiró para derrocar la Revolución Islámica solo 10 meses tras su victoria, bajo orden del expresidente #JimmyCarter
— HispanTV (@Nexo_Latino) January 9, 2023
📌Infórmate más en 👉 https://t.co/0Veejy4I4k
🔴 Sigan la página del Ayatolá Jameneí @es_Khamenei pic.twitter.com/ocqrEYlww8
Congelación de los activos iraníes
La administración Carter desempeñó un papel crucial en la imposición de sanciones a Irán, marcando el inicio de una política que definiría las relaciones entre Estados Unidos e Irán durante décadas.
Esta campaña de guerra económica comenzó con la congelación de los activos iraníes y un embargo comercial inmediatamente después de la huida del Shah de Irán.
Uno de los temas más controvertidos en las negociaciones entre Irán y Estados Unidos en 1979 fue el regreso de 16 mil millones de dólares en activos iraníes congelados, una suma que hoy en día equivale a decenas de miles de millones de dólares.
En lugar de demostrar buena voluntad, Washington recurrió a tácticas dilatorias y promesas vacías, sin mostrar ninguna intención genuina de resolver el asunto.
Este estancamiento financiero se convirtió en uno de los principales catalizadores del asedio a la embajada estadounidense en Teherán, dirigido por estudiantes.
Como respuesta, Carter escaló la confrontación, emitiendo una orden ejecutiva diez días después para congelar aún más y bloquear los activos de Irán. Este movimiento no solo profundizó la crisis diplomática, sino que también mostró la postura agresiva de Washington hacia Irán.
La orden ejecutiva prohibió la transferencia de cualquier propiedad vinculada al Shah o activos estatales iraníes mantenidos en cuentas del tesoro de EE.UU. y en bancos.
Aunque la administración Carter enmarcó estas sanciones como una reacción al asedio de la embajada, la realidad era muy diferente: las sanciones ya formaban parte fundamental de la política de EE.UU. antes de la toma de la embajada.
Para justificar sus acciones, Carter invocó la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional (IEEPA, por sus siglas en inglés), una ley promulgada dos años antes para evitar la retirada masiva de activos extranjeros de los bancos de EE.UU.
Irán finalmente tomó acciones legales, demandando a EE.UU. en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en La Haya. En un fallo histórico el año pasado, la CIJ falló a favor de Teherán y ordenó a Washington pagar una compensación, exponiendo la larga injusticia.
Proporcionando refugio a un dictador depuesto
Inicialmente vacilante, Carter se opuso a permitir que el depuesto Shah de Irán ingresara a Estados Unidos, temiendo que esto avivara el sentimiento antiestadounidense en Irán.
Como resultado, Mohamadreza Pahlavi pasó los primeros meses de su exilio en otros países.
Sin embargo, Carter posteriormente cambió de postura, permitiendo que el Shah recibiera tratamiento médico en el Centro Memorial de Cáncer Sloan Kettering de Nueva York el 22 de octubre de 1979.
Esta decisión desató la indignación del público iraní, que la interpretó como otro capítulo del legado de interferencia de Washington. Para muchos iraníes, este movimiento evocó temores de otro golpe orquestado por EE.UU. similar al de 1953.
El refugio otorgado a Pahlavi se convirtió en una de las motivaciones principales para los estudiantes revolucionarios que asaltaron la embajada de EE.UU. solo 12 días después.
Junto con la exigencia de descongelar los activos iraníes, los estudiantes pidieron la extradición de Pahlavi para que enfrentara la justicia por sus crímenes.
Sin embargo, la administración Carter rechazó estas demandas, otorgando a Pahlavi una estancia de dos meses antes de facilitar su salida pacífica a otro país.
Intentos de soluciones militares a la crisis
El enfoque de la administración Carter en su enfrentamiento con Teherán reveló una renuencia a priorizar la diplomacia, inclinándose en su lugar fuertemente hacia las intervenciones militares y operaciones encubiertas.
El 24 de abril de 1980, el ejército de EE.UU. lanzó una operación encubierta, denominada Operación Águila Ciega, bajo las órdenes de Carter.
La misión tenía como objetivo desplegar ocho helicópteros con fuerzas especiales desde un portaaviones a una ubicación cerca de Tabas, Irán, donde se reabastecerían de combustible y procederían a Teherán para rescatar a los rehenes estadounidenses.
Sin embargo, la misión terminó en desastre debido a una tormenta de arena y una colisión entre un helicóptero y un avión. Ocho militares estadounidenses perdieron la vida, y cinco helicópteros fueron abandonados.
Carter asumió públicamente la responsabilidad por el fiasco.
A pesar del fracaso, Washington preparó dos operaciones más, Honey Badger y Credible Sport, que también tenían como objetivo realizar misiones aéreas dentro de Irán. Ninguna de estas se ejecutó, ya que el fracaso de la Operación Águila Ciega proyectó una sombra alargada sobre tales planes.
En el mismo año, un intento de golpe más elaborado —conocido como el golpe Noje— fue orquestado por los leales al Shah y operativos estadounidenses, israelíes e iraquíes del Baas.
El plan consistía en tomar una base aérea cerca de Hamadan (oeste de Irán) para lanzar ataques mortales contra el liderazgo de Irán, con el fin de crear un vacío de poder que pudiera ser llenado por un régimen prooccidental.
Sin embargo, gracias a informantes internos y una contrainteligencia vigilante, las autoridades iraníes frustraron el plan antes de que pudiera ejecutarse.
El año pasado, un tribunal iraní ordenó al gobierno de EE.UU. pagar 330 millones de dólares en compensación a las familias de las víctimas del golpe.
El fallo siguió a una exhaustiva revisión legal, testimonio de testigos y el examen de documentos clasificados. La demanda, presentada en agosto de 2022, nombró al gobierno de EE.UU., al Departamento de Estado, al Pentágono (Departamento de Defensa), a la CIA (Agencia Central de Inteligencia de EE.UU.), al Departamento del Tesoro, a Boeing y a Jimmy Carter como demandados.
Este caso subrayó el papel de Washington en fomentar la inestabilidad en Irán y destacó las consecuencias perdurables de las políticas de Carter, que priorizaron ambiciones hegemónicas sobre el respeto a la soberanía nacional.
Incitación a la agresión e invasión de Irak
El acto de hostilidad más grave de la administración Carter contra Irán fue, sin embargo, incitar a Irak bajo Sadam Husein a lanzar una agresión e invasión de Irán, dando inicio a la guerra impuesta por el exrégimen baasista iraquí contra la nación iraní (conocido como Defensa Sagrada de Irán) que duró ocho años y cobró cientos de miles de vidas.
Los gobiernos de Washington y Bagdad en ese entonces estaban convencidos de que Irán había sido debilitado militarmente por la revolución y que ambos países lograrían rápida y fácilmente sus objetivos mediante una intervención militar, obligando a Teherán a hacer concesiones.
Carter mismo negó en sus memorias tener conocimiento del estallido de la guerra.
Sin embargo, los documentos de inteligencia, la frecuencia de las visitas de funcionarios estadounidenses a Bagdad y el momento del inicio del ataque, tras negociaciones irano-estadounidenses fallidas en Alemania, demuestran que Washington dio luz verde y alentó la agresión meses antes.
Un papel clave en esto lo desempeñó Zbigniew Brzezinski, entonces asesor de Seguridad Nacional de EE.UU.
Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.