Por Xavier Villar
Más allá de la retórica oficial de Tel Aviv, que insiste en presentar los ataques como una acción preventiva destinada a frenar el avance de un supuesto programa nuclear militar iraní, los hechos y el contexto desmienten de forma categórica esa narrativa. La realidad es que Irán ha sido objeto de una agresión coordinada por dos potencias nucleares —Estados Unidos e Israel— a pesar de no poseer, según todos los organismos internacionales relevantes, un programa nuclear con fines militares.
El doble estándar occidental-liberal y la legitimación de la violencia
La reacción de las potencias occidentales ante la ofensiva israelí ha vuelto a poner de manifiesto el doble estándar que caracteriza el orden internacional liberal. Mientras que la proliferación nuclear es condenada con vehemencia cuando se trata de países no alineados con Occidente, las acciones de Estados Unidos e Israel, ambos poseedores de vastos arsenales nucleares y responsables directos de ataques contra infraestructuras y población civil iraní, son justificadas o minimizadas en el discurso público y mediático occidental
Esta asimetría en la interpretación y aplicación del derecho internacional revela hasta qué punto los principios universales son instrumentalizados en función de intereses geopolíticos concretos.
El ataque del 13 de junio no solo ha cobrado vidas civiles inocentes, sino que también ha causado la muerte de destacados responsables militares y científicos iraníes. Entre las víctimas se encuentra el general Hosein Salami, comandante en jefe del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI), figura clave en la defensa y la estrategia nacional iraní. Junto a él, perdió la vida el general Amir Ali Hayizade, responsable de la Fuerza Aeroespacial del CGRI, reconocido por su papel en el desarrollo de la defensa antimisiles y la capacidad tecnológica de Irán.
La ofensiva también se cobró la vida de varios científicos de renombre internacional. A estas pérdidas se suman las de civiles, incluidos mujeres y niños, cuyas identidades han comenzado a ser confirmadas por las autoridades locales y cuyos nombres ya circulan en los medios nacionales como símbolo del sufrimiento de la sociedad iraní.
Este ataque, que ha segado vidas tanto de ciudadanos ajenos al conflicto como de altos mandos militares y científicos, pone de manifiesto una paradoja dolorosa: Irán, sometido durante años a inspecciones, sanciones y presiones diplomáticas bajo el pretexto de la no proliferación, es atacado precisamente por aquellos que se autoproclaman defensores de la estabilidad regional y la paz. La lógica de la seguridad occidental parece reservar la violencia preventiva y la amenaza nuclear como prerrogativas exclusivas de unos pocos, mientras ignora el derecho de Irán a la vida, la soberanía y la autodeterminación.
Irán ante el umbral nuclear: escenarios y consecuencias
En este nuevo contexto, la pregunta central es inevitable: ¿qué opciones le quedan a Irán tras haber sido atacado por dos potencias nucleares, mientras sigue siendo signatario del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y no cuenta con armas atómicas propias? La respuesta, que hasta hace poco parecía tabú, se ha convertido en una posibilidad tangible en el debate político y estratégico iraní: la salida del TNP y el cruce definitivo del umbral nuclear.
Irán ha mantenido históricamente que su programa nuclear tiene fines exclusivamente civiles y energéticos. Así lo han certificado, hasta la fecha, los informes de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), aunque algunos de sus miembros han expresado reservas sobre la transparencia del programa. Sin embargo, tras el ataque israelí y la resolución de la AIEA que acusa a Irán de incumplimiento, el gobierno iraní ha anunciado que intensificará sus actividades nucleares y que podría reconsiderar su pertenencia al TNP.
Este escenario, que hasta ahora era utilizado por Occidente como una amenaza para presionar a Teherán en las negociaciones, se ha convertido en una respuesta lógica y legítima ante la agresión sufrida. Si la pertenencia al TNP y la cooperación con los organismos internacionales no han servido para proteger a Irán de ataques militares y sanciones, ¿qué incentivos existen para mantener el compromiso con un régimen de no proliferación que no garantiza la seguridad de sus miembros?
La lógica de la disuasión: ¿una nueva doctrina iraní?
El ataque israelí podría, paradójicamente, acelerar el desarrollo de capacidades nucleares militares por parte de Irán. Como han señalado numerosos analistas, la historia demuestra que los países que han sido objeto de amenazas existenciales y no contaban con un paraguas nuclear propio han acabado, tarde o temprano, por cruzar el umbral atómico. El caso de Corea del Norte es paradigmático: solo tras dotarse de armas nucleares logró evitar ataques directos y forzar negociaciones en pie de igualdad con Estados Unidos.
La lógica de la disuasión, tan defendida por Occidente durante la Guerra Fría, parece ahora negada a Irán bajo el argumento de la “excepcionalidad” israelí y estadounidense. Sin embargo, la agresión sufrida por Teherán y la falta de garantías de seguridad reales podrían empujar al país a adoptar una doctrina similar: desarrollar una capacidad nuclear suficiente para disuadir futuras agresiones y garantizar la supervivencia del Estado.
El fracaso del régimen internacional de no proliferación
La crisis actual pone en evidencia el fracaso del régimen internacional de no proliferación, basado en la promesa de que los Estados que renuncien al desarrollo de armas nucleares recibirán, a cambio, garantías de seguridad y acceso a la tecnología nuclear con fines pacíficos. Irán ha cumplido con su parte durante décadas, permitiendo inspecciones y limitando su programa, solo para ser recompensado con sanciones, sabotajes y, finalmente, ataques militares.
La retirada unilateral de Estados Unidos del acuerdo nuclear en 2018, seguida de la imposición de nuevas sanciones y la inacción de Europa para contrarrestarlas, minó la confianza de Teherán en la buena fe de sus interlocutores. El ataque israelí del 13 de junio es la culminación de una estrategia de presión y aislamiento que ha dejado a Irán sin incentivos para seguir cumpliendo compromisos que sus adversarios no respetan.
El horizonte de una nueva política nuclear iraní
En este contexto, la salida del TNP y el desarrollo de una capacidad nuclear militar dejan de ser opciones extremas para convertirse en respuestas racionales ante una amenaza existencial. Irán podría anunciar en los próximos días su retirada formal del tratado y el inicio de un programa de enriquecimiento sin restricciones, como medida de autodefensa frente a la agresión de potencias nucleares que han demostrado su disposición a utilizar la fuerza sin justificación legal ni legitimidad internacional.
La comunidad internacional debe asumir las consecuencias de sus actos. Si el régimen de no proliferación fracasa en proteger a quienes cumplen sus obligaciones y permite que los poseedores de armas nucleares actúen con impunidad, el incentivo para adquirir ese poder se convierte en una cuestión de supervivencia nacional.
Conclusión: la hipocresía del orden internacional
El ataque israelí a Irán, con la complicidad de Estados Unidos y sus aliados, ha puesto al descubierto la hipocresía estructural del orden internacional liberal. La defensa de la legalidad y la paz se invoca solo cuando conviene a los intereses de las potencias dominantes; cuando no, se recurre a la fuerza y a la justificación mediática, aunque ello implique la destrucción de vidas civiles y la erosión de los principios más elementales del derecho internacional.
Irán, atacado por dos Estados con arsenales nucleares, sin haber desarrollado armas de ese tipo y habiendo cumplido con sus compromisos internacionales, se enfrenta ahora a la disyuntiva de seguir confiando en un sistema que no le protege o asumir su defensa por sus propios medios. El doble estándar occidental, tan criticado por pensadores poscoloniales, queda una vez más en evidencia: la seguridad y la soberanía solo son respetadas cuando coinciden con los intereses de los poderosos.
La historia juzgará a quienes, en nombre de la no proliferación y la estabilidad, han empujado a Irán al borde del abismo nuclear. Pero también juzgará la dignidad de un pueblo que, ante la injusticia y la agresión, puede verse obligado a tomar decisiones drásticas para asegurar su supervivencia y su derecho a existir en igualdad de condiciones en la comunidad internacional.