Ubicada en la ciudad de Gaza, esta institución era una de las más grandes del enclave costero palestino. Antes del inicio de la guerra en octubre de 2023, albergaba a unos 17 000 estudiantes que cursaban desde medicina y química hasta literatura y comercio. Más del 60 % del alumnado eran mujeres. Hoy, a 18 meses del inicio de los bombardeos, apenas queda rastro de que allí funcionaba una universidad.
El auditorio principal, ahora reducido a una estructura calcinada y destrozada, muestra enormes agujeros en sus ennegrecidas paredes, producto de las explosiones. Las filas de asientos están torcidas, retorcidas, cubiertas por polvo y escombros.
Desde que Israel rompió el alto el fuego el pasado 18 de marzo y reanudó los ataques, el campus se ha convertido en refugio para cientos de familias del norte de Gaza.
Las aulas y auditorios ahora albergan tiendas de campaña. Ante la falta de combustible, muchos recurren a los libros de la biblioteca como leña para cocinar. Los niños corren entre los jardines, hoy convertidos en montículos de tierra y restos de concreto.
Bajo el arco de la entrada principal, se ha instalado un mercado improvisado, donde los desplazados intentan sobrevivir en medio de la devastación.









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