Publicada: lunes, 14 de abril de 2025 6:27

La primera ronda de los contactos indirectos entre Irán y los Estados Unidos, que se desarrollaron en Omán, comenzó a tomar forma este sábado, en un contexto marcado por el creciente protagonismo mediático de los recientes traslados de armamento estadounidense a la región.

Por Xavier Villar

En los últimos días, diversos medios occidentales han intensificado su cobertura sobre estos movimientos, lo que algunos analistas interpretan como un intento de influir tanto en la opinión pública interna de Irán como en la estrategia negociadora del país. En este escenario, Teherán se enfrenta no solo a las presiones externas, sino también a un contexto de creciente tensión militar en la región.

A este panorama se suma la posibilidad de que un estancamiento en las conversaciones pueda tener un impacto directo en los mercados internacionales. Un eventual repunte en el precio del oro o de las divisas podría brindar a Donald Trump —en un contexto electoral cada vez más polarizado— la oportunidad de incrementar la presión sobre Irán. De esta manera, Washington podría tratar de presentar el enfoque militar como una prioridad de seguridad nacional y, al mismo tiempo, aprovechar las turbulencias económicas que puedan surgir en Irán como palanca para imponer su voluntad.

La agenda estadounidense respecto a Irán durante el segundo mandato de Trump difiere notablemente de la que caracterizó su primer periodo. Si bien el enfoque sigue inscrito dentro de la política de “máxima presión”, esta vez se presenta de manera más amplia y estructurada. Es importante señalar que el paquete de medidas implementado durante el primer mandato no logró los resultados esperados, ya que no consiguió modificar el comportamiento estratégico de Irán. En este segundo mandato, sin embargo, se observa una evolución: la política de presión máxima se ha vuelto más integral, incorporando no solo medidas económicas, sino también un componente militar más marcado.

Además de las sanciones, estamos siendo testigos del despliegue masivo de equipos militares pesados y estratégicos en la región. Esta acción podría incrementar aún más las tensiones en un momento clave para las negociaciones. Sin embargo, a pesar de este clima de presión, Irán ha dejado claro que su postura no ha cambiado: responderá con firmeza ante cualquier amenaza, pero sin renunciar a la vía diplomática. Su enfoque sigue siendo una combinación de pragmatismo y determinación, buscando desactivar la estrategia de intimidación de Washington y promover un diálogo basado en el respeto mutuo.

En este contexto, Irán y Estados Unidos se sentaron a la mesa de negociaciones en Omán con el objetivo de evaluarse mutuamente. A partir de esa evaluación, ambas partes planeaban diseñar un plan de acción para las futuras conversaciones. La cuestión central de la reunión fue determinar si ambas partes realmente buscaban un acuerdo o si existían otros objetivos en juego. Para los estadounidenses, la principal preocupación era valorar la disposición de Irán a ser flexible en las negociaciones y, más importante aún, si Teherán estaba genuinamente interesado en un acuerdo o si su objetivo era simplemente ganar tiempo.

Por otro lado, para Irán la clave no estaba en la percepción estadounidense sobre su disposición al compromiso, sino en una evaluación más profunda de las intenciones de Washington. En un contexto de creciente presión mediática sobre los traslados de armamento estadounidense a la región, Irán se mostró cauteloso respecto a si Trump realmente busca una solución diplomática o si, por el contrario, está utilizando las negociaciones como una fachada para continuar con su estrategia de presión, que incluye la eliminación del programa nuclear iraní.

Este debate no se abordó públicamente, sino que fue discutido directamente en las reuniones entre Irán y Estados Unidos. Las autoridades iraníes intentaron descifrar las verdaderas intenciones de Washington, con la pregunta clave sobre la mesa: ¿Está Trump buscando un acuerdo legítimo o, por el contrario, busca una excusa para una confrontación directa? Por tanto, las negociaciones en Omán no fueron vistas en Irán como una oportunidad inmediata para alcanzar un gran acuerdo, sino más bien como una evaluación mutua, en la que ambas partes medían las posibilidades de éxito de un eventual acuerdo sin expectativas de decisiones rápidas.

Teherán, con su enfoque pragmático, se mantuvo firme en su disposición a negociar, pero siempre con la cautela de proteger los intereses nacionales y la soberanía de Irán frente a cualquier intento de presión externa. Este enfoque recalca la premisa central de la diplomacia iraní: no se rechaza el diálogo, siempre que se base en principios fundamentales de honestidad, ausencia de presión y la búsqueda de un acuerdo justo.

Independientemente del resultado de las negociaciones en Omán, el hecho de que Irán haya aceptado participar en negociaciones indirectas con Estados Unidos envía un mensaje claro al mundo: Irán está dispuesto a dialogar cuando los intereses nacionales lo requieran. La política internacional es dinámica, y lo que inicialmente puede parecer una postura rígida puede transformarse según las circunstancias y los desarrollos globales. A lo largo de los años, se ha sostenido la falsa percepción de que Irán se opone a la diplomacia, pero esta visión ha cambiado. De hecho, la disposición de Irán a negociar siempre ha sido constante, con la condición de que se respeten sus principios fundamentales.

Una de las principales razones que llevaron a Irán a aceptar la invitación de Trump a negociar es precisamente el interés de Estados Unidos en abrir un canal de diálogo. Fueron ellos quienes enviaron la carta solicitando conversaciones, y fue en respuesta a esa solicitud que Irán mostró su disposición a negociar, aunque no bajo los términos impuestos por Washington. Según fuentes diplomáticas, Estados Unidos le dio a Irán un plazo de dos meses para responder, y la respuesta iraní se basó en un consenso interno que facilitó la apertura de las negociaciones.

Es importante subrayar que, a pesar de las campañas destructivas y los intentos de desacreditar las conversaciones, la negociación con Estados Unidos nunca ha sido un "tabú" para Irán. A lo largo de las administraciones de la República Islámica, Irán ha mantenido diálogos con los estadounidenses, siempre adaptándolos a sus necesidades y principios nacionales. Estos diálogos han servido, en ocasiones, para aliviar tensiones y reducir las presiones externas. Sin embargo, el principal obstáculo ha sido la falta de compromiso por parte de Estados Unidos en negociaciones anteriores, lo que ha dificultado avanzar hacia acuerdos sólidos.

Lo estratégico de la actual ronda de negociaciones es que, aunque Irán mantiene su firmeza en la protección de sus intereses nacionales y soberanía, sigue mostrando disposición para el diálogo, siempre dentro de un marco que respete sus principios fundamentales.

En este contexto, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Irán anunció que ambas partes han acordado continuar las conversaciones la próxima semana. A la salida del lugar de las negociaciones, los jefes de las delegaciones de Irán y Estados Unidos ofrecieron breves declaraciones, en presencia del ministro de Asuntos Exteriores de Omán, quien actuó como mediador. El Ministerio iraní subrayó la disposición de Irán a seguir dialogando con el objetivo de alcanzar un entendimiento mutuo que respete los intereses nacionales de Teherán. Las conversaciones se reanudarán el próximo 19 de abril, con la esperanza de continuar avanzando en la resolución de los temas tratados.