Tal vez no tenga más de diez años, y está visiblemente decepcionada porque la ayuda prometida no ha llegado, mientras soporta el implacable calor del mediodía. Así se vive en la Franja de Gaza, dos días después del anuncio de la distribución de asistencia humanitaria por parte de la coalición estadounidense-israelí. El deficiente reparto de la ayuda desata fuertes críticas de organizaciones internacionales, que informan sobre la muerte de, al menos, tres civiles.
La UNRWA también expresa su indignación, calificando el modelo de entrega como un derroche de recursos y una distracción de las atrocidades que continúan ocurriendo contra los palestinos. El organismo alerta de que la crisis en Gaza no puede resolverse utilizando la asistencia humanitaria como un medio para ejercer presión militar.
Los palestinos, por su parte, manifiestan su rechazo, asegurando que el programa no solo viola los principios humanitarios, sino que, además, agrava la humillación sufrida por su pueblo.
A pesar de las numerosas condenas, la realidad para los palestinos es aún más desastrosa. Según el último informe de la Clasificación Integrada de Fases de la Seguridad Alimentaria, 1,95 millones de personas, es decir, el 93 % de la población del enclave, se enfrentan a una grave escasez de alimentos. Los palestinos afirman que viven sumidos en el hambre y la sed, pasando los días, preguntándose cuántas horas más les quedan de vida en un cementerio, viendo la comida tan cerca, pero a la vez tan lejos.
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