• Presa y embalse de Naghlu, en el distrito de Surobi en la provincia de Kabul.
Publicada: miércoles, 1 de enero de 2025 16:41

Diez años después de capturar los recursos hídricos del río Harirud, Afganistán construyó una segunda barrera, reduciendo aún más el flujo hacia Irán y Turkmenistán.

Las regiones occidentales del centro de Afganistán albergan ríos formados en las montañas (que antiguamente pertenecían a Irán) y que han fluido de manera continua durante milenios. En una zona, por lo demás árida, el control del agua ha sido una fuente de tensión desde el establecimiento de las fronteras modernas a mediados del siglo XIX.

La cuenca de Harirud, que actúa como línea divisoria de aguas internacional entre Afganistán, Irán y Turkmenistán, ha sido fundamental para el sustento de numerosas personas.

En 2016, Afganistán inauguró la presa Salma en el curso superior del río Harirud, con el objetivo de reducir en un 73 % el caudal del río hacia Irán y Turkmenistán.

Aproximadamente 3,4 millones de personas en el noreste de Irán dependen de la cuenca del río Harirud como fuente de agua, incluida la población de Mashad, que recibe su suministro desde un punto ubicado a 182 kilómetros de la presa de Dusti, una infraestructura construida en colaboración entre Irán y Turkmenistán.

 

Actualmente, los talibanes que gobiernan Afganistán han anunciado el inicio del llenado de la nueva presa de Pashdan, situada en el río Harirud, cerca de Herat. Esta medida ha provocado una fuerte reacción por parte de las autoridades iraníes, que acusan a los talibanes de desconocer los derechos consuetudinarios de su país sobre los recursos hídricos compartidos.

En este contexto, el Ministerio de Energía y Agua del régimen talibán ha declarado que los trabajos no se limitarán a las presas de Salma y Pashdan, ya que también están previstos otros dos proyectos hidroeléctricos en la misma región de Harirud.

Irán mantiene una disputa en curso con Afganistán sobre el acceso al agua del río Helmand, que recorre gran parte del territorio afgano desde su origen en las montañas al norte de Kabul y desemboca en los humedales iraníes de Sistán, situados en la zona fronteriza de ambos países. La construcción de múltiples presas y canales en las regiones de Helmand, Nimruz y Kandahar ha reducido progresivamente el caudal del río, lo que ha provocado la casi desaparición de los lagos Hamun en Irán, afectando gravemente su flora y fauna únicas.

Este deterioro en la gestión del agua se agravó cuando Afganistán violó un acuerdo bilateral durante la sequía de 1998 a 2002, periodo en el que las autoridades talibanas interrumpieron el suministro de agua de la presa de Kajaki hacia Irán en pleno pico de la sequía regional.

Además, numerosos expertos sostienen que las autoridades afganas están utilizando las represas como una herramienta de presión política sobre sus países vecinos, mostrando escaso interés en promover la diplomacia hídrica. Para Afganistán, el agua se ha convertido en un recurso estratégico para ejercer influencia en sus relaciones exteriores.

En realidad, el agua representa la principal ventaja geopolítica del país, y muchos ven su control como una forma de negociación para imponer sus términos. Existe una percepción generalizada de que los gobiernos afganos previos no han sabido aprovechar esta fortaleza natural, lo que ha dejado al país en una posición de vulnerabilidad y fragilidad en términos internacionales.

Desde esta perspectiva, la construcción de presas, canales y túneles no solo responde a necesidades económicas, sino que tiene un componente estratégico clave para ganar poder e influir en la región. Este enfoque subraya cómo los recursos hídricos se han convertido en un instrumento de control más que en un bien compartido.

Las preocupaciones de Irán sobre la seguridad hídrica son legítimas y requieren atención urgente. Es esencial adoptar un enfoque constructivo que permita alcanzar una solución regional adecuada y fomentar una gestión equitativa del agua, respaldada por acuerdos de cooperación jurídica y normativas internacionales.

Por tanto, es crucial abordar la disputa mediante tratados y acuerdos internacionales que fortalezcan los derechos de los países sobre los ríos compartidos y promuevan una gestión sostenible y justa de los recursos hídricos en la región.

eaz/rba