Por: Xavier Villar
Este viaje se enmarca en los esfuerzos de Teherán por fortalecer su presencia diplomática en regiones clave, con el objetivo central de consolidar los lazos bilaterales con Argelia. En un contexto de creciente competencia geopolítica, la República Islámica busca afianzar sus relaciones con socios estratégicos en el Magreb, y Argelia se perfila como un aliado fundamental en este propósito.
Durante su visita, Araqchi se reunirá con su homólogo argelino, Ahmed Attaf, para abordar diversos aspectos de la relación bilateral, así como los principales desafíos regionales e internacionales. Para Irán, la evaluación directa de capacidades y alianzas en distintos escenarios geopolíticos es esencial para la defensa y expansión de sus intereses estratégicos, y Argelia se ha convertido en un pilar clave en este sentido.
Las relaciones entre Irán y Argelia fueron estrechas hasta principios de la década de 1990, cuando Argel desempeñó un papel importante en las negociaciones para la liberación de los rehenes de la embajada de Estados Unidos en 1981. Sin embargo, las tensiones aumentaron a raíz de acusaciones de financiación por parte de Irán al Frente Islámico de Salvación (FIS), lo que llevó a la suspensión de relaciones diplomáticas entre ambos países entre 1993 y 2000. No obstante, en las décadas siguientes, los vínculos entre Teherán y Argel se reanudaron, especialmente en áreas clave como la energía y la cooperación regional. Este acercamiento refleja un renovado interés en fortalecer la relación entre dos países que, a pesar de las fricciones pasadas, comparten una visión común sobre temas internacionales y regionales.
La conexión histórica entre ambos países, marcada por décadas de lucha por la independencia y la resistencia al colonialismo, ha sido un factor importante en este proceso de acercamiento. La Revolución Islámica de Irán, que coincidió con los primeros años del mandato de Chadli Bendjedid en Argelia, fue recibida con entusiasmo en el país magrebí. A lo largo de los años, Argelia ha jugado un papel clave como mediador en momentos cruciales de la historia reciente, como durante la ocupación de la embajada de Estados Unidos en Teherán y la crisis de los rehenes, demostrando la fortaleza de los lazos entre ambas naciones en tiempos de crisis internacional.
Además, al igual que la República Islámica de Irán, Argelia considera que la preservación de su independencia solo puede lograrse mediante el fortalecimiento de su soberanía interna. En este contexto, el país magrebí ha emprendido esfuerzos constantes para forjar relaciones con otros países que comparten esta visión, destacando su membresía en organismos como el Movimiento de Países No Alineados, la Organización de la Conferencia Islámica y la Organización de Países Exportadores de Gas. De manera similar a Irán, Argelia mantiene una colaboración estrecha con Teherán en la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), lo que resalta la importancia de su cooperación mutua en sectores clave como la energía, fortaleciendo así sus respectivas posiciones en el ámbito internacional.
Este fortalecimiento de lazos no es fortuito, ya que Argelia ha mantenido un apoyo constante a la causa palestina. Ambos casos, el colonialismo francés en Argelia y el sionismo en Palestina, ponen de manifiesto cómo las potencias coloniales han recurrido a estereotipos sobre la barbarie y el primitivismo de las poblaciones nativas para justificar la opresión y la ocupación. La violencia, en este sentido, se presenta no solo como un instrumento de control, sino también como una acción “civilizadora”, al servicio de una supuesta superioridad moral. En este escenario, tanto el colonialismo francés como el sionismo se presentan como dos caras de la misma moneda, donde la deshumanización y el despojo de tierras son justificadas a través de relatos distorsionados de la realidad de los pueblos ocupados.
La conexión entre el colonialismo francés y el sionismo es aún más palpable cuando se analizan las tácticas utilizadas para deshumanizar a los pueblos indígenas. Como señala la experta Sara Rahnama, al igual que Francia en la era colonial, Israel ha recurrido a acusaciones de violación para demonizar a sus enemigos. Recientemente, durante las protestas por un alto el fuego en Gaza, surgieron acusaciones de que Hamas habría utilizado la violación como arma de guerra, una narrativa que Rahnama asocia con un patrón histórico: la idea de que las poblaciones indígenas son moral y sexualmente inferiores, lo cual justificaría tanto la violencia como el despojo de sus tierras.
En este contexto, la rivalidad geopolítica entre Argelia y su vecino Marruecos cobra relevancia. Marruecos normalizó relaciones con Israel en el marco de los llamados “Acuerdos de Abraham” en 2020, un acercamiento que ha generado tensiones en la región, especialmente en el contexto del conflicto político en torno al Sahara Occidental. Hace un año, el gobierno argelino acusó a Marruecos de enviar agentes de inteligencia israelíes, presuntamente utilizando pasaportes marroquíes, y de actuar en contra de la estabilidad y seguridad nacional de Argelia. Para el gobierno argelino, históricamente opuesto a las políticas israelíes, la normalización de las relaciones de Marruecos con Tel Aviv es vista como una traición a la solidaridad regional y un paso que podría desestabilizar aún más el ya frágil equilibrio en el norte de África.
Para Argelia, la creciente influencia israelí en la región, combinada con el acercamiento de Marruecos a Tel Aviv, supone una amenaza directa a la cohesión árabe. Este acercamiento, además, es percibido como una alteración del orden regional que podría tener consecuencias duraderas sobre la estabilidad política en el Magreb. En este escenario, Argelia subraya la necesidad urgente de preservar la unidad y la estabilidad regional frente a lo que considera un proyecto de fragmentación impulsado por potencias externas.
Por lo tanto, no es sorprendente que Irán y Argelia, dos países con visiones políticas convergentes en aspectos clave, busquen fortalecer sus relaciones a través de múltiples vías. Ambas naciones comparten un enfoque estratégico común respecto a la preservación de su soberanía, la resistencia frente a influencias externas y la defensa de un orden internacional multipolar. En un contexto global cada vez más polarizado, las relaciones bilaterales entre Teherán y Argel no solo responden a intereses geopolíticos inmediatos, sino también a una visión compartida de resistencia frente a las dinámicas de poder dominadas por potencias occidentales. Esta colaboración, cimentada en principios de independencia y solidaridad regional, subraya la creciente importancia de las alianzas entre naciones que, a pesar de sus diferencias culturales y geográficas, coinciden en su deseo de reconfigurar el equilibrio regional e internacional.