En un comunicado publicado este miércoles, el Departamento de Defensa de EE.UU. (Pentágono) ha detallado que en un primer ataque, realizado el pasado 3 de febrero, murieron 10 terroristas de Al-Qaeda después de que aviones de la llamada coalición anti-EIIL (Daesh, en árabe) bombardearan el edificio en el que se hallaban en la ciudad de Idlib (noroeste), inmueble que era utilizado por los extremistas como punto de encuentro y reuniones.
En un segundo ataque, efectuado el 4 de febrero, el documento asegura que la coalición acabó con la vida de Abu Hani al-Masri, un alto mando de la organización terrorista con vínculos con el líder de Al-Qaeda, Ayman al-Zawahiri, y el fallecido Osama bin Laden.
De acuerdo con el Pentágono, Al-Masri era el encargado de supervisar, reclutar, entrenar y mantener en funcionamiento los campos de entrenamiento de extremistas en Afganistán en las décadas de los 80 y 90.
Por su parte, el portavoz del Pentágono, Jeff Davis, ha asegurado que los bombardeos contra los grupos terroristas que han encontrado refugio en la crisis de Siria continuarán para evitar sus movimientos y planificaciones.
Desde el 2014, Washington lleva a cabo acciones militares en Siria, supuestamente para combatir al terrorismo, pero sin la aprobación del Gobierno del presidente sirio, Bashar al-Asad, y, además, ha respaldado a grupos armados locales.
Un informe publicado el pasado 24 de enero reveló que al menos 820 civiles sirios han sido asesinados durante los 28 meses de ataques aéreos de la llamada coalición anti-Daesh liderada por EE.UU.
El apoyo militar estadounidense a los que considera 'rebeldes moderados' no ha sido eficaz, ya que las armas e incluso miembros de esos grupos han acabado en bandas terroristas como el EIIL o han expresado el deseo a acercarse a grupos como Al-Qaeda.
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