Una marcha convocada por el Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano (Hezbolá) y el movimiento libnés Amal, para protestar por la desviación del curso de las investigaciones de la explosión, que destruyó el puerto de Beirut en agosto del 2020, terminó en tragedia con el asesinato, a manos de francotiradores del partido de las “Fuerzas Libanesas”, de seis manifestantes y heridas a más de treinta de ellos.
En una declaración conjunta, emitida en la misma jornada de muerte y dolor, los movimientos Hezbolá y Amal denunciaron que los participantes de la manifestación pacífica frente al Palacio de Justicia fueron blanco de “disparos directos de francotiradores a las 10.45 de la mañana —hora local— justo 15 minutos antes del inicio oficial de la protesta”. A esa hora, una decena de facciosos pertenecientes al partido Fuerzas libanesas, que reconoció indirectamente la autoría de los disparos al considerar lo ocurrido como una reacción obvia “para librar al Líbano de las armas incontrolables”, en referencia a las armas de la resistencia libanesa. Estos francotiradores de las “Fuerzas Libanesas” se ubicaron en los edificios adyacentes en la zona de Tayouneh, en Beirut, la capital libanesa, disparando directo a la cabeza y al corazón de los manifestantes, de tal forma de ocasionar el mayor daño posible.
El ejército libanés, que se desplegó en la zona de la masacre detuvo a ocho miembros de las mencionadas ultraderechistas Fuerzas Libanesas responsables de esos disparos. Según informes entregados por el gobierno libanés e informaciones recabadas por este cronista, uno de los líderes de esta agrupación extremista llegó a la zona del tiroteo el pasado miércoles 13 de octubre y supervisó la preparación de la emboscada, ejecutada en la mañana del jueves 14 de octubre. El Ejército libanés, a cargo de la investigación preliminar anunció que ya tiene la identidad, no sólo de los directamente involucrados en los disparos, sino también a los instigadores y autores intelectuales de este crimen.
Esta ultraderecha paramilitar en el país levantino, representada por las llamadas “Fuerzas Libanesas” son los que han ayudado al bloqueo de El Líbano, los que apoyan el plan estadounidense de colapsar el país en lo económico, lo político y social. Los mismos que han estado tramando, en el marco de la investigación de la explosión en el Puerto de Beirut en agosto del año 2020, involucrar a las fuerzas de la resistencia, tal como lo hicieron cuando asesinaron al ex primer ministro Rafik Hariri el 14 de febrero del año 2005. Una matriz que se repite tras la explosión en el puerto de Beirut, tratando de involucrar y acusar a Hezbolá en esta catástrofe. Recordemos que el Tribunal Especial para el Líbano concluyó que ni Siria ni Hezbolá ni los cuatro altos oficiales libaneses, que estuvieron presos más de cuatro años planearon el asesinato del ex primer ministro libanés y por tanto seguir con esa línea discursiva por parte de los enemigos de la resistencia muestra el calibre de los objetivos que persiguen.
Aprovechando una manifestación de Hezbolá y fuerzas aliadas exigiendo claridad y transparencia en la investigación sobre la explosión en el puerto y la destitución del juez Tarek Bitar (que lleva a cargo la investigación de la explosión) acusado de parcialidad política, en específico contra las fuerzas de la resistencia, los miembros de las Fuerzas Libanesas son los responsables directos de asesinar a simpatizantes de la resistencia, con el objeto de desatar un conflicto mayor. De forma tal de esperar la respuesta de Hezbolá y así usarlo como excusa para un incremento de la tensión que sacude a este país de Asia Occidental.
El juez Bitar ha sido criticado por los estrechos vínculos que mantiene con la embajada de Estados Unidos, recibiendo en varias ocasiones a su embajadora Dorothy Shea, violando toda neutralidad que debe tener un juez, en materia de no recibir presiones y menos de una potencia extranjera, que con esa relación y sus intereses en juego está influyendo para que el Juez Bitar tome una línea de investigación marcada por las orientaciones, tanto del propio Estados Unidos como Francia quien desea entrar de lleno en el juego de influencias en la zona. Sintomáticamente, el mismo día de la masacre llegó a suelo libanés la subsecretaria de Estado de Estados Unidos para Asuntos Políticos, Victoria Nuland. Funcionaria especializada en desestabilización, involucrada en acciones políticas, diplomáticas, económicas y hasta militares contra Rusia, sindicada como una de las promotoras del golpe de estado en Ucrania, en febrero del año 2014, contra el ex presidente Viktor Yanukovich, que llevó al poder a las fuerzas proestadounidenses, concretando el clima de enfrentamiento contra la Federación Rusa.
Tanto Estados Unidos como Francia, grandes aliados de la derecha política y económica libanesa, en especial de las llamadas Fuerzas Libanesas, están influyendo en intensificar la crisis en el país levantino. El objetivo de las fuerzas reaccionarias en El Líbano es generar las condiciones para impulsar una guerra civil, responsabilizar a las fuerzas de la resistencia y de ese modo solicitar la intervención internacional al amparo del capítulo VII de la Carta de las Naciones unidas donde contarían con el aval y el apoyo inmediato de Estados, Francia y El Reino Unido como miembros permanentes del Consejo de Seguridad. No importando si en ello se exprese la negativa a una intervención militar por parte de la república Popular China y la Federación Rusa que también son parte del Consejo de Seguridad como miembros permanentes y con derecho a veto.
La política de la resistencia, expresada por Hezbolá, es no dar espacio ni argumentos para que dicho plan de acción desestabilizador se lleve a cabo, pues implicaría la destrucción de El Líbano y una hecatombe regional de proporciones catastróficas. Los movimientos Hezbolá y Amal afirman que el reciente ataque contra manifestantes en Beirut busca llevar a El Líbano a una guerra civil deliberada. Así lo declaró textualmente una nota emitida en forma conjunta por ambas agrupaciones “Estos ataques tienen como objetivo arrastrar al país a una lucha civil deliberada y a una sedición viciosa. Llamamos al Ejército libanés a asumir su responsabilidad e intervenir rápidamente para identificar y arrestar a los perpetradores de los ataques”. Ambos movimientos, en otra declaración conjunta responsabilizaron a los grupos afiliados al partido prooccidental de las Fuerzas Libanesas de los crímenes cometidos indicando que “esta facción ha llevado a cabo deliberadamente asesinatos y deben ser juzgados y castigados severamente”.
El primer ministro Nayib Mikati llamó a la población y los grupos y movimientos políticos a la calma “y no ser arrastrados a un conflicto civil. Estamos monitoreando las medidas tomadas para llevar tranquilidad a la población y recuperar el control de la situación”. Prueba de ello fue la decisión, para que el ejército acordonara el sector, desplegara numerosos efectivos y vehículos blindados en la zona donde ocurrió la masacre de los simpatizantes de la resistencia: la orden dada es que se disparará a cualquier persona armada que se encuentre en el camino.
Con el transcurrir de las horas, el análisis más profundo de los hechos permite percibir, que los objetivos que se persiguen van en la dirección de acorralar a la resistencia y conducir el país a una nueva guerra civil, sirviendo en ello los intereses y objetivos de Estados Unidos, Francia y sus aliados regionales como son el sionismo y la casa al Saud. Los disparos fueron dirigidos en forma específica a miembros destacados del área política de la resistencia. Hezbolá ha actuado con cautela, con claridad respecto a que se trata de una provocación, un plan que haga fracasar las próximas elecciones legislativas, convocadas para el 27 de marzo del año 2022 y generar un ambiente de caos, que haga naufragar cualquier intento de sacar a el Líbano de la crisis general que vive hoy. Un Líbano estable es un peligro para el imperialismo y el sionismo, un Líbano amigo de sus vecinos implica estrechar relaciones con Siria, Palestina, Irak y con ello fortalecer el eje de la resistencia.
Por: Pablo Jofré Leal
Artículo de SegundoPaso ConoSur
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