Por: Xavier Villar
Según Yalali, el pacto será formalizado durante la visita oficial de Masud Pezeshkian a Moscú el próximo 17 de enero, cuando los presidentes de Irán y Rusia suscribirán el documento, que incluirá áreas clave de colaboración estratégica.
Este acercamiento subraya el interés mutuo por consolidar una alianza que trasciende lo económico, abarcando también la gestión educativa y cultural. En un contexto internacional marcado por incertidumbres, Teherán y Moscú buscan afianzar su cooperación para afrontar desafíos comunes.
El embajador iraní destacó el progreso en proyectos económicos clave, como el Corredor de Transporte Norte-Sur, que sigue siendo una prioridad estratégica para ambos países. En este contexto, recordó la reciente visita a Teherán de dos viceprimeros ministros rusos, quienes se reunieron con el presidente iraní y otros altos funcionarios para abordar los avances de esta iniciativa.
Rusia se ha consolidado como uno de los principales socios estratégicos de Irán en el ámbito internacional y regional. En medio de un creciente distanciamiento con Occidente, especialmente con Estados Unidos, y frente a la inestabilidad política y militar en Oriente Medio, Irán ha intensificado sus esfuerzos por estrechar su relación con Moscú. Esta asociación, fortalecida por el interés mutuo en contrarrestar la influencia estadounidense, ha sido clave en áreas como la región del Caspio, reforzando los lazos entre ambas naciones.
Este alineamiento estratégico ha propiciado una convergencia de intereses y posiciones en varios frentes, destacando especialmente su colaboración en Siria. Ambos países han coincidido en su apoyo al régimen de Bashar al-Asad, lo que les ha permitido coordinar esfuerzos en la lucha contra grupos extremistas y consolidar su influencia en la región.
Sin embargo, tanto factores externos como internos dificultan la expansión de la cooperación entre Irán y Rusia. La dependencia económica de ambos países de la exportación de energía, sus problemas económicos y las diferencias culturales y sociales han sido obstáculos significativos para el desarrollo de sus relaciones políticas y económicas.
El impacto de estos obstáculos es complejo. Por un lado, para los dirigentes iraníes, incluso bajo el liderazgo de Vladímir Putin, Rusia ha demostrado que, a pesar de sus tensiones con Occidente, busca mantener relaciones pacíficas y ventajosas con Estados Unidos. Por otro lado, el gobierno iraní considera su enemistad con Washington como “interminable”, una confrontación basada en una visión política que desafía el orden occidental tradicional.
Durante los períodos de acercamiento entre Rusia y Estados Unidos, como durante la presidencia de Dmitri Medvédev, los lazos entre Teherán y Moscú sufrieron un notable enfriamiento, y Rusia incumplió algunos de sus compromisos. Un ejemplo claro fue la negativa a entregar los sistemas de misiles S-300 a Irán. Este tipo de dinámicas pone de manifiesto que cualquier cambio en las relaciones entre Estados Unidos y Rusia puede tener repercusiones significativas para los vínculos entre Moscú y Teherán.
La relevancia de Rusia para Irán ha sido principalmente a nivel internacional, como un contrapeso para reducir la presión ejercida por Estados Unidos. Por su parte, Irán ha adquirido un papel estratégico para Rusia en el ámbito regional, especialmente en Asia Occidental y Asia Central. La cooperación entre ambos países en Siria ha reforzado su importancia mutua, consolidando una relación que encuentra en la estructura del sistema internacional uno de sus principales motores.
Rusia ha aprovechado sus relaciones con potencias regionales como Irán para contrarrestar la influencia de Occidente. Además, Moscú, como una potencia capaz de institucionalizar su presencia en la región, busca fortalecer su influencia global mediante iniciativas como la Unión Económica Euroasiática y la Organización de Cooperación de Shanghái. Estas estrategias subrayan su intención de demostrar a Occidente que no es posible abordar crisis y problemas globales, especialmente a nivel regional, sin su participación.
El liderazgo de Vladímir Putin ha sido decisivo en la expansión de los lazos entre Rusia e Irán. Durante su mandato, los vínculos políticos y económicos entre ambos países se han profundizado, especialmente en los sectores de energía y cooperación militar. La influencia de Putin ha sido clave para promover intereses comunes, como su oposición a la intervención occidental en OAsia Occidental y su colaboración estratégica en el conflicto sirio.
Irán se ha convertido en el tercer mayor importador de armamento ruso, después de India y China. Esta colaboración militar ha permitido a Teherán adquirir capacidades significativas para abordar sus necesidades de seguridad. El acceso a tecnologías militares rusas, combinado con la producción nacional de misiles, ha fortalecido la posición regional de Irán y su capacidad para contrarrestar amenazas de Occidente bajo el argumento de su programa nuclear.
Sin embargo, entre 2005 y 2010, las relaciones entre Irán y Rusia atravesaron un período de deterioro. La política de “reinicio” de relaciones impulsada por la administración de Barack Obama propició una mayor cooperación entre Moscú y Washington en torno al programa nuclear iraní. Esto quedó reflejado en la aprobación de la Resolución 1737 del Consejo de Seguridad de la ONU en 2006 y en las sanciones impuestas por Rusia a Teherán.
En 2010, Dmitri Medvédev firmó la implementación de la Resolución 1929 de la ONU, prohibiendo las relaciones económicas con Irán, incluidas transacciones con el gobierno y ciudadanos iraníes. También se impidieron los viajes de ciudadanos iraníes a Rusia relacionados con actividades nucleares, intensificando las restricciones contra Teherán
Entre 2006 y 2009, Rusia respaldó todas las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU contra Irán tras los informes del Consejo de Gobernadores de la Agencia Internacional de Energía Atómica. A cambio, Moscú obtuvo concesiones estratégicas de Estados Unidos, como la pausa en el desarrollo de una tercera área de defensa antimisiles en Europa del Este, la firma del Tratado START-1 y el acuerdo para la adhesión rusa a la Organización Mundial del Comercio, además de la reactivación del pacto nuclear con Irán.
El regreso de Vladímir Putin al Kremlin en 2012, tras una reforma constitucional que le permitió permanecer en la presidencia hasta 2018, marcó un punto de inflexión en la política rusa hacia Irán. Durante las negociaciones de Irán con las potencias mundiales, Moscú se esforzó por garantizar a Israel que el programa nuclear iraní no representaba una amenaza, actuando como mediador en el marco del acuerdo del grupo 5+1.
La elección de Hassan Rouhani en 2013, con su promesa de aliviar tensiones con Occidente y resolver la cuestión nuclear, incrementó el interés ruso por fortalecer los lazos con Teherán. Esta etapa también consolidó colaboraciones regionales en conflictos como los de Afganistán, Irak y Siria, lo que llevó al ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, a describir a Irán como un “aliado natural” en 2014.
La irrupción de las llamadas "revoluciones árabes" acentuó la convergencia entre ambos países, evidenciada por su firme oposición a las intervenciones occidentales en el Norte de África y Oriente Medio. Esta alianza, forjada en intereses compartidos, ha redefinido su papel estratégico en una región marcada por profundas transformaciones políticas y sociales
Desde 2015, las relaciones bilaterales entre Irán y Rusia han experimentado un notable fortalecimiento en los ámbitos político, económico y regional. Tras la segunda visita de Vladímir Putin a Teherán, los líderes de ambos países acordaron elevar su relación a un nivel estratégico, abriendo nuevas oportunidades de cooperación. Desde entonces, Irán se ha consolidado como un aliado clave para Rusia, respondiendo a sus preocupaciones más allá de sus fronteras.
A pesar de los avances en diversos sectores, persisten rivalidades significativas, especialmente en temas relacionados con la energía y su transporte. Durante la década de 2010-2020, Irán, mientras alcanzaba acuerdos con Estados Unidos y Europa sobre su programa nuclear, también intensificó su cooperación con Rusia. Ante las crecientes presiones estadounidenses, Teherán continuó estrechando lazos con Moscú. La anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014 y las sanciones occidentales impuestas a este país, sirvieron como un factor que profundizó y amplió aún más la relación entre ambas naciones.
Las sanciones occidentales impuestas tanto a Irán como a Rusia han sido un factor clave que ha impulsado a ambos países a fortalecer sus relaciones comerciales bilaterales. Irán, con su población numerosa, representa un mercado atractivo para los productos y servicios rusos. A su vez, Rusia ha trabajado para promover una cooperación más estrecha entre Irán y los miembros de la Unión Económica Euroasiática. Para Irán, esta alianza representa una oportunidad para consolidarse como una de las principales rutas de tránsito de bienes y servicios entre los países de la unión y el sur de Asia, con especial énfasis en India.
Las relaciones entre Irán y Rusia han dado un giro significativo con la firma de contratos por valor de 4000 millones de dólares con diversas empresas rusas. Estos acuerdos, orientados a fomentar la inversión, recibieron un impulso considerable durante el gobierno de Seyed Ebrahim Raisi. Las autoridades iraníes consideran que las empresas energéticas rusas, en colaboración con sus socios chinos, están bien posicionadas para gestionar el sector energético de Irán.
A pesar de este fortalecimiento de la relación, Irán no se beneficia de manera equitativa. En un contexto de aislamiento internacional, el país persa colabora con Rusia desde una posición de necesidad, lo que subraya la asimetría en esta alianza estratégica.
La postura de Irán respecto a la guerra de Rusia en Ucrania ha estado marcada por la cautela y un delicado equilibrio diplomático. Oficialmente, tanto los medios de comunicación estatales como los altos funcionarios iraníes han evitado condenar abiertamente a Rusia, optando en su lugar por justificar sus acciones desde una perspectiva que critica la expansión de Occidente.
La posición de Irán también refleja las complejidades de su política exterior, que busca equilibrar sus intereses estratégicos sin alienar a sus socios internacionales ni agravar su ya delicada situación geopolítica. Esta complejidad se manifiesta en cómo, desde el gobierno iraní y con el respaldo de sus instituciones militares, se ha negado a cualquier implicación directa en el conflicto, haciendo continuos llamamientos a una solución diplomática para poner fin a la guerra en Ucrania.
En este sentido, el exministro de Asuntos Exteriores iraní, Hossein Amir-Abdollahian, declaró en Ginebra: “A diferencia de Occidente, que ha proporcionado miles de millones de dólares en armas a Ucrania, Irán no ha entregado armas a ninguna de las partes en la guerra y no apoya a ningún bando”. Recientemente, el actual ministro de Exteriores, Seyed Abás Araqhchi, dejó claro en un post en la red social X que “Irán no ha enviado ningún misil balístico a Rusia”.
Estas declaraciones subrayan la postura de Irán de mantenerse neutral en el conflicto, rechazando cualquier implicación directa, pero ofreciendo sus servicios como mediador para resolver la crisis, mientras continúa promoviendo la expansión de sus relaciones con Rusia en otros ámbitos estratégicos.
Así, los responsables de la toma de decisiones en Irán, aunque mantienen una cooperación multifacética con Rusia en diversos ámbitos, expresan su preocupación por la expansión del conflicto y subrayan constantemente la importancia de encontrar soluciones pacíficas para poner fin al enfrentamiento militar entre Rusia y Ucrania.
Entender la postura de Teherán sobre la guerra en Ucrania requiere considerar no solo su percepción del cambio en el orden internacional, sino también las implicaciones geopolíticas de las rivalidades regionales en el Medio Oriente y Asia Central, así como las consideraciones de política interna. Estos factores han llevado a Irán a colaborar estrechamente con Rusia, pero al mismo tiempo, a continuar proclamando una “neutralidad” en el conflicto, motivada principalmente por la preocupación por las posibles repercusiones del mismo.
Actualmente, Teherán está pagando un alto precio por su acercamiento a Moscú, mientras que los beneficios de esta estrategia aún no están del todo claros. Irán ha pasado a ser considerado un enemigo declarado de Ucrania, un país que, aprovechando su simpatía en la comunidad internacional, está ejerciendo presión sobre Teherán. Kiev ha intensificado sus esfuerzos de lobby para atraer aliados en su contra.
Por último, cabe señalar que, aunque durante la campaña electoral el gobierno de Masud Pezeshkian mencionó la posibilidad de revisar las relaciones con Rusia, todo apunta a que, dado el contexto regional y la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, ambos países continuarán viéndose como aliados estratégicos.