Publicada: sábado, 12 de abril de 2025 15:42

El presidente de Indonesia anunció la disposición de su país a ofrecer refugio temporal a los palestinos heridos en la actual guerra genocida israelí.

Por: Dina Yulianti Sulaeman *

El presidente de Indonesia, Prabowo Subianto, anunció el miércoles la disposición de su país a ofrecer refugio temporal a los palestinos heridos en la actual guerra genocida israelí, que ha cobrado más de 50 000 vidas en casi 600 días.

Muchos recibieron con beneplácito el anuncio del presidente Subianto por su valor humanitario. Este gesto se percibe como noble y necesario, dada la magnitud del sufrimiento y la devastación provocados por la ofensiva genocida israelí-estadounidense sobre Gaza.

Sin embargo, en la política internacional, no todos los gestos humanitarios son políticamente acertados. Este plan plantea interrogantes éticos y estratégicos urgentes dentro del amplio contexto histórico y geopolítico.

En efecto, toda forma de asistencia humanitaria es intrínsecamente positiva. Pero el contexto es crucial. La analogía es sencilla: cuando Robin Hood daba dinero a los pobres, era alabado por su generosidad. Pero esa alabanza se complica moralmente cuando se entiende que ese dinero provenía del robo.

De forma similar, evacuar a palestinos heridos parece un acto bondadoso hasta que se reconoce que podría, inadvertidamente, respaldar una agenda mucho más oscura: el prolongado esfuerzo del régimen colonizador israelí y sus aliados por llevar a cabo una limpieza étnica y despoblación de Gaza.

La intención de vaciar Gaza de su población originaria ha sido articulada abiertamente. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, declaró que no habrá “ni HAMAS ni civiles” en el norte de Gaza —una escalofriante afirmación de limpieza étnica.

El expresidente de EE.UU., Donald Trump, y sus aliados políticos también han alentado públicamente el desplazamiento y la reubicación de palestinos, llegando incluso, según informes, a presionar a países como Indonesia y Egipto para que acepten a la población de Gaza.

En este contexto, el plan de evacuación del gobierno indonesio —por bien intencionado que sea—debe ser evaluado con suma cautela. Si bien evacuar a 1000 personas podría salvar vidas en el corto plazo, también podría contribuir inadvertidamente a una trampa estratégica: hacer que la limpieza étnica de Gaza parezca un acto de humanitarismo global.

Debemos tener cuidado de no convertirnos, consciente o inconscientemente, en instrumentos de un diseño colonial que busca borrar a una población indígena.

Existen formas alternativas, y más éticas, de asistencia humanitaria que no implican desarraigar a los palestinos de su tierra. Por ejemplo, Indonesia podría enviar un buque hospital cerca de Gaza. Esto pondría a prueba, una vez más, las verdaderas intenciones de Israel: ¿permitiría el acceso humanitario por mar? Si el régimen de Netanyahu bloquea esa misión —como lo ha hecho en múltiples ocasiones en los últimos 18 meses— quedaría aún más claro que esto no se trata de ayuda o seguridad, sino de control y desposesión.

De hecho, Indonesia ha sido durante mucho tiempo un modelo de política exterior coherente, negándose a establecer lazos diplomáticos con Israel por principios, mientras que muchos gobiernos árabes han optado por otro camino, manteniendo relaciones abiertas o encubiertas con Israel e incluso brindando apoyo logístico en medio del genocidio en curso.

Por ello, Indonesia debe adoptar una postura estratégica, entendiendo que evacuar a los palestinos sin abordar la raíz de su sufrimiento es como dar aspirina a un paciente con cáncer: puede aliviar los síntomas, pero no cura la enfermedad.

Este enfoque actúa más bien como un delgado velo que encubre las prácticas en curso de apartheid y genocidio por parte de Israel, con el respaldo del mundo.

Lo que el pueblo palestino necesita verdaderamente no es evacuación —necesita justicia, protección y liberación. Necesita un firme apoyo internacional para detener el genocidio, desmantelar el régimen sionista y su apartheid, y reclamar su derecho a vivir libremente en su tierra natal.

El humanitarismo no debe separarse de la justicia política. De lo contrario, se convierte en un gesto vacío o en una herramienta de pacificación y borrado.

El peligro hoy en Palestina no es solo la aniquilación militar, sino también el borrado histórico. Los palestinos no son simples víctimas a ser rescatadas y reubicadas; son un pueblo con raíces, memoria y resistencia.

Por bien intencionada que sea, toda política que los aleje de su tierra debe ser cuidadosamente examinada. Porque cada paso en esa dirección corre el riesgo de cumplir el objetivo final de Israel: una tierra sin su pueblo originario.

La solidaridad no consiste en sacar a los palestinos del peligro, sino en eliminar la amenaza que pesa sobre Palestina: acabar con la ocupación, el asedio y la impunidad.

La verdadera solidaridad significa estar con el pueblo palestino allí donde está: en Gaza, en Cisjordania ocupada, en Al-Quds (Jerusalén) —no alejándolos de su lucha, sino uniéndose a ella.

* Dina Yulianti Sulaeman es profesora adjunta en el Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad de Padjadjaran, Indonesia. También es fundadora de la organización Free Palestine Network (FPN), con sede en Yakarta.


Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.