La madrugada del 9 de junio de 2025, las fuerzas israelíes interceptaron en aguas internacionales el buque Madleen, de la Flotilla de la Libertad, en misión humanitaria hacia Gaza, en donde iban a bordo 12 activistas. La Flotilla denunció el hecho como un “secuestro”. Las comunicaciones fueron bloqueadas y luego se produjo el abordaje. Según los activistas, no hubo heridos.
La ONU, Amnistía Internacional y gobiernos de España, Suecia, Francia, Turquía e Irán condenan la acción, calificándola de violación del derecho internacional y piratería. La ONU y Amnistía denuncian que transportaba civiles desarmados y ayuda simbólica, y recuerdan que Israel, como potencia ocupante, debe garantizar el acceso a alimentos y medicinas en Gaza.
Desde Palestina, líderes políticos acusan a Israel de actuar con impunidad y de atacar una misión humanitaria, símbolo de la solidaridad internacional con Gaza. Y en Gaza los residentes están exigiendo la liberación de los activistas y el fin del bloqueo.
Este acto no solo impide la entrada de ayuda. Es un ataque a la esperanza, al apoyo del mundo exterior, a los gazatíes.
Aquí, en la Franja de Gaza, el secuestro del Madleen ha generado una mezcla de frustración e indignación. Para muchos gazatíes, ese barco no era solo una embarcación con ayuda humanitaria: era una señal de esperanza desde el mundo exterior. Hoy, lo que exigen no es solo la liberación de los activistas, sino el fin de un asedio que ha convertido esta tierra en una prisión a cielo abierto.
Huda Hegazi, Gaza.
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