Este sábado, unos 24,5 millones de iraquíes eligen un nuevo Parlamento en unas elecciones muy sensibles tras la derrota del terrorismo y el polémico referéndum independentista de la región del Kurdistán iraquí.
Los candidatos a primer ministro tienen retos fundamentales como ofrecer medidas palpables para salvar a la nación de la corrupción y la devastación, así como impedir el auge del sectarismo y el terrorismo cuya sombra se extiende sobre el proceso electoral.
Según el sistema político iraquí, el bloque chií que gane la mayoría elegirá al primer ministro, el bloque suní al presidente del Parlamento y el bloque kurdo al próximo presidente. Los principales candidatos chiíes son Haidar al-Abadi, actual premier, Nuri al-Maliki, su predecesor y Hadi al-Ameri, un veterano militar. Los tres tienen un punto en común que tanto les fortalece como les debilita: Su actitud con respecto a la lucha contra Daesh.
Es la primera vez que los chiíes no se presentan en una lista común. Además de estas tres figuras existen listas de representantes de dos estirpes de altos representantes religiosos chiíes: Seyed Amar al-Hakim, al frente de Hikma, y Muqtada al-Sadr, que cerró una alianza inédita con los comunistas.
Otra novedad de estas elecciones es que los kurdos podrían perder al menos una decena de los 62 escaños que tenían, además de la clave del Gobierno, debido al referéndum independentista que sembró la inestabilidad e incumplió las promesas utópicas para los kurdo-iraquíes.
Los suníes se presentan en varias listas, siendo la principal la “Alianza nacional”, dirigida por el vicepresidente chií Iyad Alawi, aunque se presenta como laico, y el presidente suní del Parlamento Salim al-Yaburi. Destrozados por el avance de Daesh, los suníes podrían ser los grandes perdedores de los comicios.
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