Por: Richard Medhurst *
El director general del organismo de vigilancia nuclear de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha anunciado un plan para visitar Irán en los próximos días. El esperado anuncio se produjo horas antes de que Donald Trump fuera declarado ganador de las elecciones presidenciales de EE.UU. el miércoles.
Con el Plan de Acción Integral Conjunto (PIAC o JCPOA, por sus siglas en inglés), también conocido como el acuerdo nuclear con Irán, aún en la agenda, ¿cómo afectará la reelección de Trump a la situación? Esa es la pregunta clave.
La principal fuente de fricción entre Viena (sede de AIEA) y Teherán sigue siendo el colapso parcial del histórico acuerdo sellado en 2015 entre Irán y las potencias mundiales.
Mientras ambas partes intentan mantener el acuerdo a flote, Trump, quien sacó unilateralmente a EE. UU. del pacto en primer lugar, acaba de regresar a la Casa Blanca tras derrotar a Kamala Harris.
Ese retiro unilateral estuvo acompañado de sanciones sin precedentes (ilegales bajo el derecho internacional), dentro de la llamada campaña de “máxima presión”, una política que su sucesor, Joe Biden, continuó con plena intensidad.
A pesar del comportamiento engañoso de Washington, Irán siguió cumpliendo el acuerdo en su totalidad durante más de un año, entre 2018 y 2019, como una demostración de buena voluntad y para proporcionar a EE.UU. una salida.
En lugar de ello, Israel y EE.UU. respondieron con una escalada, asesinando al general Qasem Soleimani en enero de 2020 y al principal científico nuclear iraní, Mohsen Fajrizade, en noviembre de ese mismo año.
Un mes después, en diciembre de 2020, el Parlamento de Irán aprobó una ley que expandía el programa de enriquecimiento de uranio del país al 20 por ciento. Posteriormente, Irán alcanzó un enriquecimiento del 60 por ciento en junio de 2021, en otro intento por forzar a EE.UU. a reincorporarse al acuerdo.
Si bien este nivel está muy por encima del límite del 3.67 por ciento estipulado en el acuerdo nuclear, Irán ya no estaba obligado por esa restricción después de que EE.UU. abandonara el pacto, citando los Artículos 26, 36 y 37 del JCPOA.
Entonces, ¿qué significa esto para la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), encargada de la supervisión y verificación del acuerdo nuclear? Mientras tanto, Teherán y Viena han continuado su cooperación, con Grossi visitando regularmente la capital iraní para tratar de mantener vivo el JCPOA.
Un acuerdo tipo “caja negra” se alcanzó a principios de 2021, según el cual Irán permitiría a la AIEA continuar con la vigilancia por vídeo de sus instalaciones nucleares, pero solo entregaría las grabaciones bajo la condición de que EE.UU. regresara al JCPOA y levantara las sanciones impuestas a Irán.
Un número determinado de cámaras instaladas en sitios nucleares iraníes fueron retiradas cuando las negociaciones no progresaron, y, por el contrario, fueron reinstaladas durante períodos más aparentemente fructíferos. Ese acuerdo ha continuado vigente con relativo éxito.
Los intentos posteriores de renegociar el acuerdo bajo la administración de Biden parecían prometedores a finales de 2021 y principios de 2022. Se estaba trabajando en un borrador final, que finalmente cayó en el olvido cuando la guerra en Ucrania estalló en febrero de 2022.
Esto provocó una reconfiguración dramática del orden mundial y de las alianzas geopolíticas. Las sanciones de EE. UU. y la UE contra Rusia terminaron fracasando y tuvieron el efecto contrario al de lo que se esperaba, acelerando la transición hacia un orden mundial multipolar, en beneficio tanto de Rusia como de Irán.
Los lazos entre Teherán y Moscú se estrecharon, y ambos países lograron contrarrestar parte del daño infligido por las sanciones estadounidenses al unirse a potencias económicas internacionales como la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en julio de 2023, la alianza BRICS+ en agosto de 2023, y forjando asociaciones estratégicas con China y Rusia en marzo de 2021 y septiembre de 2024, respectivamente.
Si bien las sanciones de EE.UU. son ilegales según el derecho internacional, y la mayoría de los iraníes desearían que fueran levantadas, Irán, al igual que gran parte del Sur Global, está expandiendo sus relaciones hacia el Este.
La campaña de “máxima presión” parece haber dado lugar a otra política occidental autodestructiva, no solo en términos económicos, sino también en lo que respecta a contener las capacidades nucleares y militares de Irán.
En los años posteriores a la firma del acuerdo nuclear, los inspectores de la AIEA tuvieron acceso sin precedentes a muchos de los sitios nucleares de Irán, donde instalaron equipos de monitoreo, sellos a prueba de manipulaciones y cámaras de vigilancia por vídeo.
En todos los informes presentados entre enero de 2016 y 2019, la AIEA señaló que Irán cumplía plenamente con el acuerdo nuclear. El enriquecimiento de uranio de Irán fue monitoreado y limitado al 3.67 por ciento, un nivel común en aplicaciones civiles. El salto tecnológico necesario para pasar del 3.67 por ciento al 20 o 60 por ciento es colosal en comparación con el pequeño salto posterior al 90 por ciento (o uranio de grado militar).
Irán ya ha alcanzado este nivel en términos tecnológicos como resultado directo de las políticas de Washington y Tel Aviv. Sin embargo, la construcción de la bomba sigue siendo un tema de intenso debate en Irán; existe, además, un decreto religioso o fatwa emitido por el Líder de la Revolución Islámica, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, que prohíbe la construcción o el uso de bombas nucleares.
En los últimos meses, no obstante, los legisladores iraníes han hablado de manera más abierta sobre la posibilidad de desarrollar la bomba y recientemente han intentado solicitar una reversión de la fatwa. Este desarrollo se produce también en un contexto en el que Irán ha declarado públicamente un cambio en su postura estratégica.
Kamal Jarrazi, exministro de Asuntos Exteriores de Irán y actual presidente del Consejo Estratégico de Relaciones Exteriores, dijo en una reciente entrevista: “Ahora tenemos la capacidad necesaria para producir [armas] nucleares, y el único obstáculo es la fatwa del Líder que prohíbe la producción de armas nucleares”.
Nunca se trató de las armas nucleares. La retirada de Trump del acuerdo nuclear, a instancias de Israel, tenía más que ver con intentar debilitar las alianzas regionales de Irán y su programa de misiles, que con evitar la adquisición de un arma nuclear en sí.
Irónicamente, no logró hacer ninguna de las dos cosas. Su propio comunicado de prensa de la Casa Blanca afirmó que el JCPOA “no abordaba la amenaza del programa de misiles de Irán”.
Pero, ¿por qué debería el JCPOA abordar el programa de misiles de Irán? Los misiles no están bajo la jurisdicción de la AIEA, el Tratado de No Proliferación (TNP) nuclear, el Protocolo Adicional (PA) al TNP, ni el JCPOA.
Los misiles solo son relevantes para las armas nucleares en tanto que mecanismo de entrega —uno entre muchos— y nada más. Y eso no es de lo que hablaba Estados Unidos. Cuando mencionaron los misiles, se referían a todos los misiles, tanto convencionales como nucleares.
Desde la perspectiva de Irán, EE.UU. e Israel buscan desarmarlo por completo y dejarlo indefenso. Estas cuestiones son más relevantes que nunca en el contexto del genocidio en Gaza y de las operaciones Verdadera Promesa I y II, que han llevado a Irán a reajustar su postura geopolítica y estratégica.
Según la revista Foreign Policy, durante la operación Verdadera Promesa II, “varios misiles iraníes lograron alcanzar aeródromos clave en Israel. Esto resalta la centralidad del poder misilístico en la estrategia de seguridad nacional de Irán, reforzando que sus capacidades misilísticas probablemente seguirán siendo innegociables en futuros diálogos con Occidente”.
En lugar de debilitar a Irán, parece que la apuesta de Trump terminó volviéndose en su contra, lo que resultó en un aumento de la capacidad de Irán para construir una posible arma nuclear, si así lo decide, y en la mejora de su tecnología de misiles y drones; además de un estrechamiento de las relaciones económicas entre Teherán, Moscú y Pekín.
Quedan preguntas sobre quiénes serán los integrantes de la administración de Trump, después de que su último gabinete estuviera lleno de halcones neoconservadores como John Bolton, Elliott Abrams, Nikki Haley y Mike Pompeo, por nombrar solo algunos.
Trump asumirá el cargo en enero de 2025. El JCPOA expira 10 meses después, en octubre de 2025. El último obstáculo que enfrentará Grossi no será solo la disposición de Trump a regresar al acuerdo, si es que sigue existiendo, sino el tiempo mismo.
* Richard Medhurst es un periodista independiente del Reino Unido cuyo trabajo se centra en la política estadounidense, las relaciones internacionales y la región de Asia Occidental.
Texto recogido de un artículo publicado en PressTV.